Hace casi un mes, me tuve que operar para ponerme una prótesis de rodilla, consecuencia de una caída de la moto que yo manejaba, hace 40 años…
Es interesante cómo los jóvenes de todas las épocas, tenemos esa inconsciencia de creer que somos indestructibles, que a nosotros “no nos va a pasar” y como la vida nos va enseñando, suave o duramente, que no es así.
Pues sí, una irresponsabilidad de 10 minutos, me ha costado dolor, molestias, incapacidades, rehabilitaciones, estudios, inyecciones, ir a doctores y tomar medicamentos, durante 40 años. Recuerdo que tiempo después había una espectacular de la Coca Zero que decía: “Goza de la vida sin consecuencias”… y yo llegué a aprender, a la mala, que TODO, absolutamente todo, tiene consecuencias.
Ha sido interesante ver las diferencias y las semejanzas entre mi accidente y la decisión de operarme. Semejanzas: la primera es hacer un alto en el camino, sin querer o por decisión, es tomar un “tiempo fuera”, que te puede servir para descansar, reflexionar, aprender o simplemente, irlo pasando, porque a veces el dolor, la falta de movimiento, el empezar a hacerlo o la rehabilitación, te dejan exhausta. Segunda, el saber que nuestra gente, la que atiende nuestra salud, sean doctores, enfermeras, rehabilitadores, camilleros, son gente amable, servicial, sonriente y hasta cariñosos, lo que la verdad es un gran apoyo para aquellos momentos en los que estás tan vulnerable. Tercera: el gasto económico, cada vez es más cara la salud… necesita uno tener mucha suerte en el Seguro Social, o un muy buen guardadito o un buen seguro de gastos médicos para hacer frente a estas situaciones que la mayoría de las veces, son imprevistas. Cuarta: pero no menos importante, al contrario, la ayuda y el cariño de mi novio entonces, ahora esposo, de la familia y de los amigos… ¡ah, qué bendición es darse cuenta de que cuentas con ellos, que ahí están y estarán SIEMPRE para ti, los más importantes! ¡Qué apoyo, cuántas muestras de amor puede uno recibir!… y de igual manera, reconocer que a través de todos ellos está la presencia de Dios, y de la Virgen que nunca te sueltan de la mano.
Entre las diferencias, podría citar: primera, superar el miedo a volver a quedar inválida por un tiempo y saber que vas a depender de los demás para sobrellevar las cosas, volver a tener la humildad de pedir ayuda y la paciencia para esperar; también superar el miedo al dolor, porque ya lo conoces y el buscarlo por decisión propia, cuesta. Segunda, se es consciente de que la idea de operarte es para quedar mejor, pero que también existe la posibilidad de que, a pesar de todo, no sea así. Tercero: lo mucho que se ha avanzado en Medicina y tecnología.
Yo en especial, le tenía miedo a la anestesia… no sé por qué, la gente de mi generación le tenemos cierto temor… pero la verdad, la Medicina ha avanzado tanto, que nos sorprende. Me anestesió el Dr. Jacobo Juárez, y fue realmente maravilloso: me habló un día antes para preguntarme antecedentes y explicarme el procedimiento. No sería anestesia general, sino una sedación, y luego, por vía epidural, anestesiaría solo mi pierna derecha, y ya boca arriba, más específicamente, dormiría aún más la zona de la rodilla… ¿parece cosa de magia, verdad?. También me sugirió algo que me pareció chistoso: que mis nietos me dibujaran en la rodilla a operar, con plumones, corazoncitos y dibujitos, deseándome bienestar… pero esta imagen me ha servido en los momentos de dolor para imaginar a mi rodilla feliz de tener la prótesis y estar mejor. ¡Ah, también cuando entré al quirófano me preguntó cuál era mi música preferida (obvio, Arjona) y me la puso, algo que me relajó muchísimo, porque me hizo sentir persona, además de cuidada y valorada!.
Los doctores que me operaron fueron: Cutberto González, hace 40 años, y que además de salvarme la pierna me dejó varias enseñanzas de vida; y ahora, Eugenio Arroyo Aranda, de Celaya, (con la edad, es simpático ver a la gente que se va a hacer responsable de tu salud, más jóvenes, lo que genera como cierta desconfianza inicial, pero cuando ves sus conocimientos, se te olvida) super seguro de sí mismo, con mucha experiencia, muy objetivo, amable y con un gran equipo… ¡caminé desde el primer día! ¡Qué maravilla! (En la operación de hace 40 años, estuve en cama sin moverme para nada, durante 3 meses, ¡una buena, aunque exasperante lección de vida!). He tenido mucha suerte de poder encontrar en mi camino gente tan preparada y humana, que están contigo cuando los requieres y que se preocupan y ocupan de ti, ¡hasta en domingo o avanzada la noche!. ¡Gracias Dr. Eugenio Arroyo!.
Y ¡qué decir de los enfermeros, que son como ángeles que se ocupan de las labores más sencillas y más duras! Bere, Ximena, Ángeles, Marbella y tantos nombres más… así sin apellidos, porque te atienden con conocimiento y experiencia, pero también con cariño puro y una capacidad de servicio inigualable. Igual los camilleros y las personas del aseo, seres de luz, que sin que te digan sus nombres, van entretejiendo esa red de cuidado y salud que tanto necesitamos. ¡Gracias a todos ellos! ¡Bendiciones!.
Y ahora, la recuperación y la rehabilitación, con todo lo que implica de dolor y esfuerzo que parece ir más allá de tus capacidades y posibilidades… ¡ah, cómo duele rehabilitarse y recuperar lo que se pierde! ¡Por eso es que mucha gente no lo hace! A mí me pasó hace 40 años, ¡qué tontería! ¡Si no lo haces, aunque duela hasta las lágrimas, NUNCA vuelves a recuperar lo que en su momento no recuperaste! ¡Nunca! Literalmente, es: “Ahora o nunca”… así que aquí estoy, echándole ganas para estar mejor que antes… con la ayuda de Jorge Bautista y Larissa Rojo, de Soleus, ¡gracias!.
A seguirle dando a la Vida, agradeciéndole a Dios cada minuto de salud, haciendo el esfuerzo de dar lo mejor de mí a cada paso, a cada momento… re- aprendiendo a caminar para hacerlo mejor, más equilibrada, más consciente, más humana, más sensible… acompañándome y gozando con Héctor, mis hijas, yernos, nietos, hermana y todos mis compañeros de camino, cada maravilloso momento de Vida.
