La inundación registrada en 1888 y una de las más catastróficas en León, quedaron registradas en la cámara de Manuel Obregón Aguado, dejando muerte, desolación y muchas leyendas, que aún perduran en la memoria colectiva, entre ellas la de la novia Vicenta.
Cabe señalar que las fotos capturadas por Manuel Obregón, las pocas o únicas de ese hecho, están recopiladas en el libro Manuel Obregón, Fotógrafo de Aguascalientes, de 1920 a mitad de siglo, con autoría de Gerardo Martínez, edición 2024 y presentado en el Archivo Histórico Municipal de León (AHML) en julio de 2025.
Las imágenes del desastre natural que golpeó a los leoneses están impresas de la página 29 a la 33 en el clásico blanco y negro. Estas dan una idea de una de las más grandes tragedias que vivió la ciudad zapatera.
En fascículos y periódicos de la época se dio cuenta de la inundación de 1888, pero a través de la comunicación oral hasta nuestros días se habla de la trágica muerte de Vicenta, durante la inundación. Hecho por el cual su novio, Manuel, se suicida,
Los antiguos habitantes de León platicaron el fin de estos enamorados que perdieron la vida a solo días de casarse. En algunos libros hay algunos relatos sobre el hecho acontecido en junio de 1888.
Esta historia se encuentra consignada en el libro “Escalofriantes Leyenda de Guanajuato”, de Juan Antonio Amezcua Castillo, editado por Delfín Editorial, en el capítulo Leyendas.
Platica Amezcua Castillo que Vicenta Muñoz y Manuel García, era un pareja de enamorados que tenían planeado casarse, pero que no lograron consumar su unión debido a la inundación, donde la novia pereció bajo los escombros de sus vivienda.
El novio -Manuel García- estaba locamente enamorado y cada noche antes de retirarse le daba un beso en la frente a la enamorada y estaba ilusionado porque faltaba poco tiempo para casarse.
Una madrugada del 18 de Junio de 1888, los truenos despertaron a Manuel y la primera pregunta que se hizo fue ¿estará bien Vicenta? Rápidamente y sin pereza se dirigió a la casa de su amada, pero al salir se dio cuenta que sería muy difícil llegar por las condiciones de las calles: estaban anegadas.
Todo era desolación y muerte, al llegar a la casa de Vicenta, grito a todo pulmón: ¡Vicenta… Vicenta! pero lo único que encontró fue su cuerpo sin vida entre las ruinas, esto lo devastó. Lo único que le quedó fue darle cristiana sepultura.
Asegura en sus investigaciones Juan Antonio Amezcua, que Manuel perdió el ánimo y al no poder soportar su dolor, decidió privarse la vida o como se dice hoy en día: se desvivió.
Concluye el relato que en las mañanas más frías se manifiesta Vicenta vestida de novia a los alrededores del templo donde se iba a casar. También, se asegura que aún hoy en día, Manuel aparece elegantemente vestido. Cada uno por su rumbo.
Y el matrimonio entre ambos enamorados jamás pudo consumarse…
DMG
