La vuelta al mundo, el trapecista, el elevador, tejiendo un suéter, la cueva del oso, el columpio chino y el normal, el cuete, son entre otros muchos los nombres de los trucos que se hacen con un yoyo y que Sabas Jaime de la Rosa Luqueño, de 69 años, originario de Tulancingo, hace y enseña a realizarlos en calles de su pueblo natal.
Comerciante desde niño, quería tener una carrera profesional pero sus padres no tenían la posibilidad de brindársela: “mi mamá se esforzaba, pero no pudo ser”.
Jaime se casó joven, tuvo dos hijos y con una familia que mantener tuvo que emigrar a la ahora Ciudad de México: “Desde la época de los 80 le llamo la atención los yoyos Duncan era el papá de todos los yoyos, veía en televisión que salían con Chabelo, pensé el poder manejarlo, así como se veía, como un sueño”.

Sonriente y jovial recuerda como se le ocurrió ir a La Merced a comprar un yoyo en el mercado de juguetes en el de Sonora, se dedicó a jugar hasta dominar varios trucos: “lo logré y me puse a vender yoyos normalitos, entonces me encontré a una persona que me pregunto que quién me había enseñado a jugar, me dijo que era muy vaguito”.
Para su sorpresa era uno de la empresa Duncan: “sentí escalofrío porque me invitó a trabajar con ellos, hice exhibiciones por cuatro años”.
Tuvo que regresar a Tulancingo donde durante 15 años fue parte del personal de mantenimiento, después de ser comerciante ambulante en el eje Lázaro Cárdenas, en el centro de la CDMX.
Pero lo suyo no es descansar, con guantes negros de conductor, va convenciendo a niños y adultos de comprarle un yoyo a 50 pesitos, además Jaime les da consejos y una demostración de como jugar.
“Ahora son con balero”, refiere, él ensambla unos con doble de este mecanismo que permite hacer más trucos, vende arañitas, cartitas de broma, se le pude encontrar los fines de semana en los jardines centrales de Tulancingo, los jueves en la Plaza del Vestido y como aventurero hasta en las calles de Tepito.
