Como un testigo mudo de la grandeza que vivió Tulancingo en torno a los textiles, se yergue la fábrica San Luis, ubicada en el corazón del municipio, aún con puertas abiertas para la adquisición de prendas.
El edificio que en su época de bonanza ocupó una cuadra para desarrollar la hechura de telas como casimires, paños, cobijas y tejidos como chales, suéteres entre otros productos, muestra un cartel donde se puede leer que sus actividades se iniciaron en 1881.
En la actualidad la mayoría de inmueble es ocupado entre un estacionamiento y locales comerciales alrededor.
Del establecimiento de venta al público aún conserva sus muebles impresionantes hechos de madera, anaqueles donde se exhiben algunos de los productos que le dieron la fama por la calidad que los llevó a comerciar hasta en el extranjero.
Como un verdadero gigante se puede ver el enorme tiro de la chimenea que fue por muchos años utilizado en los procesos de producción y su logotipo de Flor de Liz, otro clásico.
En opinión de la gente, se debería proyectar un espacio cultural y museo textil que recuerden que parte de la grandeza de Tulancingo fue ese tipo de empresa, que además dio empleo a cientos de personas quienes con esfuerzo y dedicación se distinguieron en la hechura de prendas.
