Hace algunos días, el diputado federal por Guanajuato y presidente de la Comisión de Economía, Comercio y Competitividad de la Cámara de Diputados, el Ing. Miguel Ángel Salim, comentó en entrevista a los medios de comunicación que propone elevar el impuesto de importación a los autos fabricados en China y subirlo hasta el 25 %.

El argumento central del diputado es que esos autos “no tienen una armadora en nuestro País, solo los bajan de los barcos y los venden” y que “esta situación afecta porque no tienen armadoras en México, no generan empleos, ni producen autopartes, no sabemos cuántas refacciones tienen, no cuentan con talleres, están afectando a la mano de obra mexicana porque empresas como Kia de Corea, Toyota, Mazda, Honda y Nissan tienen sus plantas en México como la Ford y General Motors, afectan y hacen una competencia desleal.”

Para hacernos un criterio sobre la conveniencia o no de aumentar los aranceles a este tipo de automóviles, primero habría que analizar los argumentos que esgrime el diputado para sustentar su propuesta.

El hecho de que las armadoras de autos chinas no tengan plantas en el País podría ser un argumento débil toda vez que existen otras marcas que igualmente no fabrican los autos en México, como Land Rover o Jaguar, que se ensamblan en el Reino Unido; o Porsche, que se fabrica en Alemania; o Peugeot, que se fabrica en Francia; o los autos Subaru y Suzuki, que se fabrican en Japón y Estados Unidos; todas ellas, al igual que los chinos, solo importan los autos y los venden en México, por lo que incrementar los impuestos solo a los chinos puede ser violatorio de derechos constitucionales, pues no se puede tratar desigual a los iguales.

En cuanto a la generación de empleos, la comercialización de los vehículos chinos, a través de sus agencias de distribución, sobre todo de las marcas más grandes como BYD, MG, GWM, Omoda, Chirey, etc., incluyen una creciente red de vendedores y personal administrativo, además de mecánicos para sus talleres de servicio y reparación.

La tecnología de los autos chinos ha crecido de manera importante en los últimos años, a grado tal que han rebasado a países que tienen muchos años más en esta industria, de forma que hoy un automóvil fabricado en China ya cuenta con una confiabilidad y durabilidad similar a la de otras marcas de la competencia.

Hoy en día, la productividad China, sus subsidios y avances científicos y tecnológicos representan un estímulo a su industria automotriz, generando su crecimiento y exportación, lo que hace que sus automóviles lleguen a cualquier parte del mundo a precios por debajo del promedio de mercado.

En México, aun con los impuestos del 20% que ya se aplican a estos autos, los mismos se comercializan a precios más competitivos que representan ahorros de miles de pesos que significan una ventaja para los consumidores, incrementando con ello la disponibilidad del ingreso familiar neto al no destinar tanto dinero para la adquisición de automóviles.

La propuesta más bien debería de ir enfocada en obligar a la Profeco a que vigile el abastecimiento de refacciones, el cumplimiento de garantías y la instalación de suficientes talleres de servicio, que protejan al consumidor de las fallas o abusos que se han presentado con algunos distribuidores de autos chinos y de otras marcas.

La iniciativa debe acompañarse de estudios técnicos que justifiquen qué es lo que se busca, si es el incrementar la recaudación fiscal, o solo castigar la venta de estos autos en México, comparándolo con el incremento en precios que afectará al consumidor, pero dejarla así parece más una propuesta trumpiana.

LALC 

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