Guanajuato puede contar con más recursos si se administra bien. Hace 16 años el gobierno de Felipe Calderón tuvo la absurda idea de concursar una refinería. Como había lucha política entre estados para tener la inversión, se puso a competir la obra. Guanajuato e Hidalgo fueron los finalistas. El gobernador Juan Manuel Oliva (2006-2012) creyó que por ser del PAN, Calderón daría la orden a Pemex de construir en Guanajuato. 

Abrió las arcas y compró terrenos cerca de Salamanca, primero a través de un engaño público llamado “Pastas Finas” (tendremos tiempo de recordar esa historia), luego a través de particulares convertidos en coyotes del gobierno. Héctor López Santillana, entonces secretario de Desarrollo económico, adquirió unas 912 hectáreas en 1,700 millones de pesos. Un jugoso negocio para sus agentes de compras. 

Por razones políticas de equilibrio con el PRI, la decisión favoreció a Hidalgo, donde el gobernador Miguel Ángel Osorio Chong, había negociado con ejidatarios la aportación del terreno sin necesidad de sacar dinero del banco porque se creó un fideicomiso donde los agricultores aportaron su tierra a cambio de la promesa de pago futuro.  Se construyó una barda y eso fue todo. Seguro que a Calderón lo convencieron de que no era negocio refinar en México y menos con Pemex. López Obrador nunca lo entendió. 
Han pasado 16 años desde que inició la adquisición de propiedades rurales con grave daño al erario estatal. Veamos: el valor presente de esas 912 hectáreas que se compraron en 1,700 millones de pesos, solo por inflación, es de 3,600 millones. Sí el gobierno hubiera puesto esos recursos en CETES, la cifra llegaría a 4,600 millones. Entre esas dos cifras debe estar el valor de lo que hoy es el parque de “investigación” agrícola llamado Xonotli. 

Como no hubo refinería, un grupo de notables que acompañó en su gobierno a Oliva, decidió darle un destino agrícola. Una locura, considerando que no es necesario cultivar 912 hectáreas (menos de granos) para hacer investigación y desarrollo. Cuando Miguel Márquez Márquez sucedió a Oliva, imaginamos que administraría mejor ese patrimonio pero no fue así. El proyecto, en lugar de generar ganancias, perdía dinero en medio de escándalos de corrupción. Ni los notables, ni el gobierno se ocuparon en serio del tema. Lo mismo pasó en el sexenio de Diego Sinhue Rodríguez. Al seguir las órdenes de “Pedro” (Elías Villegas), el estado perdía recursos año con año.

Villegas, líder moral del PAN y del Yunque,  “recomendó” a Gerardo Valdovinos como director del proyecto al cambio de sexenio. Diego obedeció a sabiendas que no era la persona idónea. Pasaron seis años y el “proyecto” costó dinero a los contribuyentes en lugar de entregar frutos de las siembras. Diego estaba entretenido en otros negocios agrícolas personales. 

Ningún agricultor de mediana capacidad perdería dinero en buenas tierras que tienen agua, electricidad y ubicación única en el centro de Guanajuato. La alta productividad de la tierra no está en granos, sino en invernaderos de hortalizas. Sembrar maíz blanco, trigo y sorgo, es un desperdicio de tierra, agua, recursos materiales y humanos. La primera enseñanza de Xonotli debió ser no sembrar granos. 

El gobierno podría subastar la tierra y recuperar parte de la inversión inútil que hizo Oliva por el engaño de Felipe Calderón y la oscura compra inflada de casi 20 mil dólares la hectárea hace 16 años. Muchos proyectos pueden ser más rentables para los guanajuatenses que sembrar granos. (Continuará)

 

 

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