Siempre será fácil criticar a los gobiernos anteriores y más aún, hacerlo con calificativos ideológicos, como el de “neoliberales”. Cuando llegue una crisis y otro cambio de gobierno (que llegará), lo más probable es que se culpe al “neopopulismo” de Morena de todos los males del país. Las etiquetas son fáciles cuando la ideología, y no los datos, las ponen.  

El villano preferido del régimen actual es Felipe Calderón. La muina proviene de su triunfo cerrado en 2006, cuando Andrés Manuel López Obrador acampó durante meses en el Paseo de la Reforma. Ernesto Zedillo casi no habla desde el 2000, pero ahora denuncia el fin de la democracia y de las instituciones. “Morena copió lo peor del PRI”, dice el expresidente. 

A Zedillo lo critican por  lamentos; “por haber  perdido privilegios” (cosa que no es cierta porque él no recibe pensión del gobierno desde hace años). Su vida transcurre en la Universidad de Yale, donde es profesor e investigador en la globalización. Ni siquiera tiene guardaespaldas como AMLO y su familia. 

La verdad es que el México estable y sin crisis recurrentes se debe a la mano de Zedillo. El gobierno actual puede endeudarse porque existe ahorro interno proveniente de las Afores y de la banca estable. El 75% de los 18 billones que debe la Federación corresponde a la compra de Cetes de la banca, de bonos para ahorradores y de las Afores. Sin esa estabilidad macroeconómica forjada por la visión de Zedillo, seguiríamos de crisis en crisis como las tuvo Argentina con el populismo.

El propio ascenso de Morena al poder fue producto de la apertura democrática de Zedillo en el 2000. De él no se conocen escándalos. Hace tiempo quisieron enlodar su nombre, pero no hay forma de lograrlo. Su trayectoria es limpia y su vocación es la de un patriota que pasó de la clase media a la presidencia por méritos propios. Doctor en economía, Zedillo es un hombre preparado y sobrio. En 18 meses sacó a México de la peor crisis económica de nuestra historia reciente. Luego puso los cimientos financieros del país, esos que aprovecharon quienes habían prometido no endeudarnos y lo hicieron a lo grande. 

La crisis del 95 cumple 30 años. La mayoría de los mexicanos de hoy eran menores de edad en ese entonces. Pudieron enterarse de las penurias de sus familiares, que enfrentaban la inflación, la devaluación, el desempleo y una caída económica del 7% en 1995. Fueron tiempos amargos. Si Zedillo no hubiera recurrido a la palanca del crédito público para respaldar los depósitos bancarios con el Fobaproa, si el país hubiera caído en default con los llamados Tesobonos, nuestra economía hubiera implosionado en un 30 %. 

Felizmente, el crecimiento regresó recargado y la estabilidad, así como lo logrado en los últimos años de Zedillo, se mantuvieron durante tres sexenios más. Sólo como dato: la deuda pública al finalizar el  2000 apenas representaba el 19% del PIB, según datos del Banco de México. Ahora la carga es del 60% del PIB, contando con la de  PEMEX y la CFE. Cuando la economía tronó en 1995, el problema fue la deuda externa en dólares. Hoy el 75% de lo que debemos es deuda interna. Todo gracias a la visión y la competencia del mejor presidente que hemos tenido desde el “desarrollo estabilizador” de los 60. 

 

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