El PAN no tuvo buena prensa en su relanzamiento el pasado domingo. Gran parte de los columnistas —segmento importante del círculo rojo— se han mostrado hipercríticos del evento. Que si fue puramente cosmético, cambiando el logo; que si Jorge Romero se fijó demasiado en su reloj; que si el video era entre racista y territorio Telcel; que le faltó sustancia a todo el suceso; en fin, no se la acaban los dirigentes panistas en la mentalidad de la comentocracia. Y como buena parte de este tipo de acontecimientos se dirige justamente a los comentócratas, pues podría parecer un relativo fracaso todo el intento de aggiornamento de Acción Nacional.
Por supuesto que no me voy a erigir en defensor del PAN. Pero me parece que la crítica pierde de vista varias consideraciones que valdría la pena destacar, así como ciertas debilidades adicionales que no necesariamente se han detectado.
Como ha dicho Héctor Aguilar Camín, el nuevo posicionamiento del PAN se quiere francamente de derecha. Por primera vez en muchos años, dice Aguilar, el partido se asume como uno de franca fuerza conservadora. Reivindica la historia de una derecha mexicana que rara vez se ha reconocido como tal, y de alguna manera se vincula, aunque solo fuera indirectamente, al movimiento de derecha que recorre buena parte de América Latina, de Europa, e incluso de América del Norte. No estoy seguro que esta sea la mejor opción, y desde luego no simpatizo con ella.
La parte que me agradó del discurso de Jorge Romero fue no tanto su ubicación ideológica sino el tono combativo, casi guerrero, de frente al gobierno y a la 4T. En lugar de ser una oposición leal, insulsa, tímida y acomodaticia, aspira, si nos atenemos a lo que sucedió el domingo, a una posición de lucha frontal, de denuncia constante y de oposición radical a todo lo que sea del gobierno. En un país tan polarizado, tan partido, si no a la mitad, en dos partes conmensurables, buscar una posición centrista, razonable, sensata, responsable, podría constituir un intento iluso.
Me complació también la caracterización que hizo Romero del régimen como uno que camina directamente hacia la autocracia, tanto en sus reformas legales como en su práctica cotidiana. De nuevo, creo que una caracterización de este tipo, que puede parecerle a muchos como extrema o exagerada, conviene más que una descripción o análisis de medias tintas. En pocas palabras, el PAN se coloca en una postura de ataque directo y de blanco directo del gobierno.
Contrasta esto, y no necesariamente para bien, con el posible aliado del PAN en el 2030: Movimiento Ciudadano. El fin de la alianza con el PRI era inevitable y probablemente aconsejable. Por lo tanto, el PAN o va solo en la próxima elección presidencial, o busca aliarse con el nuevo partido de la marea rosa, Somos México, si logra su registro, o sobre todo, se queda con MC. Este partido, busca MC ir solo a la batalla en 2027, con la esperanza de desplazar al PAN del segundo lugar del marcador político-electoral nacional.
Eso le permitiría ir en alianza con el PAN en 2030 pero con un candidato propio.
Hasta donde MC tenga una definición ideológica y política como una especie de socialdemocracia mexicana moderna, sin la combatividad de otras en Europa o en América Latina, simpatizo con ellos. Veremos de aquí al 2027 y 2030 si la derecha combativa y pugilística logra mejores resultados que la oposición responsable. Emocionalmente, me gusta más la primera; intelectualmente, la segunda. Pero me cuesta trabajo, a pesar de la innegable pugnacidad de Romero y compañía, convivir con “patria, familia y libertad”. Para un francófilo como yo, huele demasiado al régimen de Vichy: “travail, famille, patrie”.
* Excanciller de México
