Iba a escribir sobre este librito de Vientos del pueblo del Fondo de Cultura Económica (colección a la que he aplaudido varias veces aquí), cuando estalló la polémica sobre la distribución gratuita de libros del FCE en América Latina y el sesgo misógino que le critican a su director por no incluir más mujeres entre los 27 títulos. La respuesta, desafortunada pero sincera, poco apta para oídos “mamoncitos” (como diría el Escorpión Dorado), ha distraído del fuerte componente político e ideológico que estructura la selección, con su énfasis en literatura de denuncia y memoria política en una América polarizada ¿Dónde quedó eso del respeto al derecho ajeno y a la no injerencia? Se hablan de más de 200 puntos de distribución y no creo que este tipo de operaciones le haga mucha gracia a gobiernos como los de Milei o Noboa, por ejemplo. Hay que cuestionar al club de Toby, a esta operación de difusión de temas y ajustes de cuentas.

En particular, me molesta la selección de Guerra en el paraíso de Carlos Montemayor, cuando los militares mexicanos aún veneran en sus cuarteles a los verdugos de la guerra sucia: les rinden honores post mortem y, pese a investigaciones y sentencias judiciales, los perpetradores no han sido sancionados. Es decir, vamos a predicar con la vida y muerte de Lucio Cabañas, mientras sobre sus asesinos aún flota el incienso de la impunidad. Y con militares del siglo XXI adueñados del país y de un buen trozo de la obra pública, muy a pesar de su proclividad a la corrupción. Vaya izquierda democrática la mexicana. ¿Por qué en lugar de agitar banderitas, no crean un macroproceso de verdad y justicia como lo hizo Argentina tras su dictadura? ¿Por qué si es tan importante la memoria ya “olvidaron” a Calderón y a Peña Nieto? ¿Con esa memoria tan selectiva quieren formar a los lectores de 15 a 30 años?

Una vez derramada mi bilis, recomiendo sin cortapisas leer a Carlos René Padilla. Tres historias componen este librito con historias que abrevan en el lenguaje y la memoria de Bavispe, pueblo perdido en el norte de México, que según las estadísticas apenas mantiene la misma cantidad de población que tenía en 1900. Comala, homenaje más que evidente a Rulfo y a su búsqueda del familiar, propone un viaje inverso, el padre buscará a su criatura entre los muertos que en tráiler deambulan por las ciudades. Aquella noche contrapone dos viajes, uno hacia las profundidades de la tierra y otro, escapando de la pobreza, hacia el sueño americano. Plañidera, tercer y último relato, muestra la muerte como la liberación de la represión psicológica de su protagonista. Las fantasmagóricas ilustraciones de BEF extienden un velo expresionista muy adecuado a los temas de Padilla. 

 

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