Recientemente, por dar charlas sobre este tema, sigo sorprendido por la velocidad con la que se “liberan” (salen al mercado) plataformas inteligentes y cómo la sociedad se interesa cada vez más en este nuevo campo de conocimiento que tanto impacta nuestras vidas.
Para quienes desde la década de los ochenta estamos inmersos en el campo de la modelación de sistemas y de los algoritmos, la Inteligencia Artificial no es propiamente nueva, pues en el mundo y en México, el interés por desarrollar lógicas de programación que emularan la manera de razonar de los humanos, no es nueva.
Al generalizarse el uso de la internet y al acumularse conocimientos en los “motores de búsqueda” (como Google) que tienen acumuladas las redes sociales, se comenzó a emular la manera de pensar de las personas frente a un problema. El raciocinio es lo que nos distingue de los demás seres vivos (aunque muchas personas tratan a las mascotas como personas) y por eso, la inversión millonaria en el mundo occidental y más recientemente en los países orientales, para desarrollar “sistemas inteligentes” para intentar de reproducir el expertis que tenemos las personas en todas las áreas del conocimiento. Por eso, cuando al final del siglo pasado se decía que el “alfabetismo funcional” era el de aquellas personas que no tenían acceso a las computadoras y ya al inicio de este siglo, lo es para quienes no tienen acceso a las redes de conocimiento.
Así, el norte del planeta siguió acumulando a los mejores cerebros y se formaron economías basadas en el conocimiento, en tanto que, en el sur del planeta, vivimos enormes rezagos, resultado no solo de los sistemas económicos, sino de nuestra cultura ancestral que nos ha limitado en tener “hambre” de superación y, por tanto, de crear productos y servicios innovadores. El enorme rezago que sufrimos, no solo es resultado de los gobiernos, sino de esa manera de ser de los mexicanos, cuando creemos que es más fácil tener bienestar pidiendo dinero fácil sin tener que transitar por el camino del esfuerzo y la educación. Por eso, los países nórdicos, los anglosajones y ahora los orientales, han dedicado a millones de individuos y enormes cantidades de recursos, a generar plataformas de conocimiento y siguen recibiendo cantidades exorbitantes de transferencias de los países pobres, por el uso de patentes y ahora, de plataformas de conocimientos, como los autómatas de Inteligencia Artificial.
A quienes son profesionistas mayores de 40 años y a empresas que están orientadas a la innovación, no hay otra opción que sumergirse en la cultura de la Inteligencia Artificial (IA); sensibilizar a sus colaboradores, invertir en proyectos de IA, mientras las juventudes e infancias se mueven ya en este mundo a través de aplicaciones que hasta ahora poco tienen que ver con la innovación, y más en el entretenimiento o en la elaboración de tareas escolares. Así, que las suites de inteligencia de negocios, que antes eran caras, son accesibles con inversiones pequeñas en pago de uso de chats de IA. Allí se pueden obtener estudios de mercado, elaborar manuales de procesos, obtener tecnologías prácticas de la vida diaria, investigar sobre nuevas patentes y tendencias tecnológicas.
El desafío es enorme en nuestro querido País, postrado en un sistema educativo con enormes carencias en el nivel básico y donde lo público y lo privado ahonda más las diferencias. En un sistema de reconocimiento al magisterio basado en la antigüedad y no en el mérito; en estudiantes que no obtienen becas basadas en el desempeño sino en la sola condición económica. El ingreso al mundo de la IA no será fácil para México. Los demás países nos llevan años en los desarrollos y en el hambre de conocimiento. Necesitaríamos otra manera de valorar al conocimiento y generalizar el uso de herramientas en el “internet de las cosas”, sin perder la dinámica humana que es tan propia de nuestro País.
Soy optimista, y eso es lo que planteo en las conferencias, como en los dos Congresos del Colegio de Contadores de Irapuato y León, de que los seres humanos seremos insustituibles, pero que el conocimiento ancestral, ya está capturado en los algoritmos y en las potentes bases de datos del conocimiento que están hoy disponibles y que transforman nuestras vidas. Veo con esperanza el futuro, si logramos formar a nuevas generaciones que tengan hambre de conocimiento y que con redes de apoyo, permitan que las mayorías de estudiantes mexicanos, accedan al maravilloso mundo del conocimiento.
