Igual pudo haber dicho Noroña que se iba a París a ayudar a la Sûreté a solucionar el robo de joyas que sufrió el Louvre. Igual de fantasioso nos parece que pida licencia de dos semanas en el Senado quesque para ir a Palestina, invitado por los Emiratos Árabes, por “su solidaridad con el pueblo palestino”. Obvio es que este boquiflojo señor no tiene nada que hacer allá en papel de “componedor”; luce más bien como un pretexto para echarse unas vacaciones en Dubai. Y, por favor, no nos malinterpreten, estimados lectores: que Noroña esté fuera de México nos parece mil veces preferible a que se quede aquí jo… robando.

El anuncio de este viaje ha generado un torrente de chuscos comentarios, entre otros: “¡A’i te lo encargamos, Netanyahu, que pertenece a Jamás! Sí, a Jamás le oirás una propuesta sensata, prudente o beneficiosa para México”.

El anuncio de este lujoso viaje -un boleto redondo en Business en el vuelo de Emirates Airlines México-Dubai cuesta unos 215 mil pesos, y en Primera Clase, arriba de 375 mil- se suma a la pena ajena y al vergonzoso capítulo -uno más entre muchísimos- escenificado por el morenista Cuauhtémoc Blanco, que “asistió” a la sesión mientras jugaba pádel.

¿Ejemplares servidores públicos estos que militan en las filas de Morena, repleta de “ilustres”… ilustres gañanes? Ahora que, para Noroña, ¡qué buen regalito! No puede uno más que preguntarse, si acaso es cierto que lo invitaron VIP, ¿qué esperan los Emiratos a cambio de un legislador mexicano que no rompe un buñuelo ni a sentones? (Ídem por el padelista Blanco).

Ante los bochornosos eventos de Blanco y Noroña, la Presidenta sugirió que fuera el Legislativo el que sancione conductas indebidas, lavándose las manos del asunto. ¿Y de quién depende hoy día el Legislativo, tan independiente como un buey de la coyunta? Qué curioso que se encienda en indignación la Presidenta criticando al PAN por su cambio de logotipo en momentos críticos para el País, pero que no le causen la menor conmoción los tremendos gazapos de sus correligionarios.

Hay, cuando menos en los dos últimos Gobiernos, dos varas para medir a los servidores públicos: una muy estricta para la oposición y otra más laxa que la siesta de un borracho para los propios. De hecho, a quien ose criticar al Supremo Politburó morenista, por sus incongruencias o promulgación de leyes reñidas con nuestra Constitución misma, le cae la ira y el bullying desde el púlpito presidencial.

No sólo no aceptan la crítica ni escuchan puntos de vista distintos a los suyos, sino que les molesta que se expresen, y responden con un torrente de epítetos al que invariablemente se agrega el insulto general de los morenistas con el que creen asustar a todo el que los critica: “¡conservadores!”. Nos encantaría que abierta y públicamente se lo lanzaran a Trump. A los ciudadanos no nos tienen ni respeto ni miedo porque nos han sometido a su autoritarismo; pero a Estados Unidos le muestran un sano pavor.

Ahora bien, estos comentarios ni siquiera tocan el tema de la neutralidad que deben guardar los representantes del Gobierno. Privadamente pueden manifestarse a favor de quien deseen, pero como representantes de los mexicanos ¡No! Un Senador mexicano no puede ni debe tomar partido en asuntos de política exterior: ello corresponde estrictamente a la Secretaría de Relaciones Exteriores.

Sepan los cuatroteístas que la última ocasión en que México osó tomar partido en contra de Israel -Luis Echeverría condenando el “sionismo”- nos fue peor que a la marrana del carnicero, que acabó hecha tocino. En síntesis, en dos cosas anda chueca la mal llamada 4T: En meterse donde no le toca, en un intento risible por pegarle al gran estadista y en que la Presidenta permita que sus correligionarios anden por la libre causando deterioro irreparable no sólo a la imagen de Morena, sino a la política exterior mexicana.

 

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