¡Me encanta ir a los museos!.  Creo que son una muestra muy importante del alma de cada lugar, de su historia, de su cultura… de lo que cada pueblo considera esencial. 

     Por eso, cada vez que algún extranjero viene a visitar nuestro país, o que algún mexicano va a CDMX, ¡lo primero que les recomiendo es ir al Museo de Antropología y al del Templo Mayor! ¡Son maravillosos!.  Al igual que cuando vienen a León, los llevamos al Museo de Arte e Historia de Guanajuato en el Forum Cultural, ¡también, hermoso!. 

     Así que aprovechando que tuve que ir al antiguo Distrito Federal, me encaminé a visitar nuevamente ambos museos.  Me gustó que gracias a mi tarjeta del INAPAM, no me cobraran las entradas… aunque realmente hubiera preferido cooperar con algo, porque me dio mucha tristeza y enojo verlos tan abandonados. No me dieron mapa del museo ni tampoco había audioguía… ¿puede ser esto en el “mejor” y más grande museo que tenemos en todo México?  ¿En el museo que recibió 1,156,426 visitantes en el 2024? ¿Podemos descuidar tanto “a la gallina de los huevos de oro”? Muchos de los letreros que explican las obras, están despintados. La información falta actualizarla… ¡la verdad una desilusión!. Lo fue también el 5 de junio de este año, cuando fue condecorado con el Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2025, ¡pero, oh sorpresa, estaba cerrado debido a que no contaba con personal suficiente para la protección de su patrimonio!. Son cosas que de verdad uno pensaría que solo pasan en nuestro país cuando es Morena el que gobierna. 

     De entrada, en el Museo de Antropología, no funcionaba la hermosa fuente que es su símbolo principal.  La otra, que parece como una laguna en medio de las diferentes salas, tampoco. Las dos se veían descuidadas y sucias. No se podía apreciar la hermosa majestad del recinto porque había unas lonas con una exposición de libros y curiosidades que no creo que tuvieran mayor importancia ni necesidad de estar justo ahí. 

     “La sede actual del Museo Nacional de Antropología fue inaugurada el 17 de septiembre de 1964, y por más de cinco décadas, ha cumplido con la misión de investigar, conservar, exhibir y difundir las colecciones arqueológicas y etnográficas más importantes del país.  

     “Desde su concepción, este ícono de la arquitectura urbana del siglo XX, fue ideado para ser, más que un repositorio, un espacio de reflexión sobre la rica herencia indígena de nuestra nación multicultural. Sus 11 salas arqueológicas y 5 etnográficas sumadas a los 45 mil metros cuadrados de construcción, lo convierten en el museo más grande de México y en uno de los más destacados del mundo”. (página web del museo).  Fue inaugurado en tiempos de Adolfo López Mateos, quien deseaba que “los mexicanos saliéramos de ahí, orgullosos de serlo”;  y construido por el Arq. Pedro Ramírez Vázquez, quien se basó en el cuadrángulo de Las Monjas de Uxmal, para inspirar su majestuosa idea, “así decide crear una secuencia de volúmenes alrededor de un patio en el cual cada volumen tuviese autonomía del otro, pero a la vez, formara una conexión de recorrido como si fuesen las cuentas de un collar” (ArchDaily jul/21). 

     Fuera de la falta de cuidado y mantenimiento, las salas siguen siendo lo soberbio que pueden ser, con una cantidad increíble de elementos históricos, cada uno más impactante que el anterior y con una historia que contar aún más llamativa. Entre las más importantes, como ya sabemos, está la Piedra del Sol, la que en la conquista se mandó enterrar y se redescubrió en 1790, cuando se consideró como parte básica de nuestra historia. Otras piezas de gran envergadura son: el monolito de Tláloc, la Coatlicue, el Atlante de Tula y la máscara de jade de Pakal, así como su ajuar funerario. Me llamó la atención que no hay ni una sola mención a la Reina Roja, descubierta cerca de Pakal, hace más de 25 años, por eso comento que le hace falta, tristemente, una buena actualización a nuestro museo. Les recomiendo ampliamente comer en el restaurante del museo, la comida está dividida por nuestras zonas geográficas y es de la mejor calidad, ¡unos manjares inigualables! 

     Después fui al Templo Mayor… ¡cuál fue mi sorpresa al darme cuenta que ya había una piedra más grande que la del Sol y que la Coyolxauhqui, la Xiuhtecuhtli! ¡Está enorme, llena de significados e historias y todavía se le pueden ver restos de sus colores! ¡No tenía ni idea! ¡Wow, qué grandes maravillas tenemos en nuestros museos, en nuestra historia! ¡Cuántas más nos faltarán por descubrir!. Está soberbio el museo, bien realizado, bastante bien conservadas todas las piezas … aunque no podemos decir lo mismo de los letreros, y tampoco había mapas, ni audioguías y las computadoras para el uso de los asistentes no funcionaban… con eso de que la 4T ha recortado todos los presupuestos, pero más aún los de cultura y ciencia, pues la verdad, vamos de mal en peor. 

     Pero bueno, querido lector, “sobre aviso, no hay engaño”… si puede usted ir con un espíritu abierto a que no va a estar tan perfecto como debería, pero que aún así es una experiencia maravillosa, ¡no se pierda las visitas a ellos en su próximo viaje a nuestra bella aunque caótica, CDMX!

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