Guanajuato cumple a tumbos su cita con la fiesta del espíritu, como ha sido bautizado el Festival Internacional Cervantino (FIC). Los actuales guanajuatenses poseen pocas referencias de cómo surgió la idea, de cómo se articuló ésta y qué repercusiones tuvo para fincar en la ciudad de Guanajuato un evento cultural que no ha sido superado hasta ahora en nuestro país. Propongo en estas líneas develar su génesis, sus consecuencias y la grave contradicción que encierran el FIC con cierta festividad de nuestra ciudad.

La primera manifestación deviene del Teatro Universitario de la Universidad de Guanajuato, encabezado por Enrique Ruelas, el rector Antonio Torres Gómez y Eugenio Trueba. El montaje de los Entremeses Cervantinos en la plazuela de San Roque, se convirtió en una experiencia icónica de la ciudad. Pronto empezó a correr la fama de brillantes actuaciones de estudiantes y maestros, así como el regocijo de envolverse, durante la noche guanajuatense, en la España del siglo XVI. Mágicamente El Quijote cabalgó por las callejas y la época imperial hispana, revivió a partir de 1953.

Al correr del tiempo, un grupo de amantes de Guanajuato, formado por el publicista Eulalio Ferrer, el gramático Francisco Liguori y el empresario de Casa Domecq, Antonio Ariza, al que se integraron el propio Ruelas y Trueba; propusieron la creación de un festival dedicado a Miguel de Cervantes. Fue así como en el transcurso de 1972 se llevó a cabo el primer Festival Internacional Cervantino. Pero la idea se potenció hasta dos años después, durante el periodo del gobernador Luis Ducoing, el cual, como estudiante, había hecho teatro universitario.

Para 1974, el presidente Luis Echeverría, quien en 1947 había sido delegado del PRI y había sembrado buenas amistades en la capital del estado, instruyó la creación formal del FIC, destinándole fondos federales. En ello participaron Rodolfo Echeverría, Dolores del Río, Fernando Macotela y José de la Luz Santibáñez. A partir de los Entremeses y el inicio del Festival Cervantino, en Guanajuato se alimentó el gusto por la cultura hispanista, comenzando a manifestarse el interés por propiciar una importante participación de artistas españoles en el Festival, aún cuando no había relaciones entre México y España, desde el final de la guerra civil.

En 1975 el dictador español Francisco Franco fallece. Coincide el hecho con el ascenso a la presidencia de José López Portillo, quien proclamaba orgulloso, su ascendencia hispana. Aquí viene lo interesante. Los únicos que habían madurado alguna relación con España había sido la comunidad cervantinista fundada en nuestra capital estatal, destacando entre ellos el propio gobernador Ducoing. Por eso no extraña que el presidente López Portillo le pidiera al joven gobernador de Guanajuato que se convirtiera en el mensajero de una carta, escrita a mano, dirigida a Adolfo Suárez, presidente del nuevo gobierno español, proponiendo el restablecimiento de las relaciones entre los dos países. Así nos reencontramos México y España luego de 38 años de rompimiento violento. El ariete oculto, que rompió el aislamiento y terminó décadas de separación, fueron los Entremeses y el Festival Cervantino de Guanajuato.

Haciéndonos conscientes de esta interesante historia, resulta contradictorio e inexplicable la celebración y fiesta en la que se ha convertido el aniversario de la toma de la Alhóndiga de Granaditas cada 28 de septiembre. Solo deberíamos rememorar el momento sombrío de una trágica guerra. El evento militar concluyó en una terrible masacre de cientos de civiles, incluyendo mujeres y niños. El propio Hidalgo reconoció su responsabilidad, achacando a su “frenesí” la carnicería desatada. Iniciaba así una cruenta conflagración intestina que casi aniquiló a Guanajuato. Datos: De la Alhóndiga fueron robadas 309 barras de plata, 174,000 pesos en efectivo, 32,000 pesos oro y 20,000 pesos del gremio minero. Fueron saqueadas las principales haciendas de beneficio, destruyendo y hurtando su maquinaria, sal, maíz y mercurio. La producción agrícola se redujo entre el 50 y el 70 %, produciendo una gran hambruna. Se interrumpieron las rutas comerciales del Camino de Tierra Adentro. Guanajuato, que producía el 30 % de la plata mundial en ese tiempo, cancelo totalmente su producción. Las minas fueron abandonadas y se inundaron. La población de la ciudad pasó de 90,000 habitantes a solo 6,000 al final de la guerra. Todo colapsó.

Ante los hechos, debemos continuar celebrando la inserción de Guanajuato en el mundo cervantino, motivo del reinicio de relaciones con España, convirtiéndonos en referentes del mundo hispánico al cual pertenecemos. Debemos asumir con orgullo el hecho de hablar español, la tercera mega lengua global que aglutina a más de 600 millones de hablantes, iluminados por el genio de Cervantes. Desde nuestra diversidad, debemos promover la unidad de una civilización extensísima, que traspasa océanos. Lo otro, lo triste, solo recordarlo para no repetirlo. Nunca más festejarlo.

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