Cada 16 de octubre desde el año 1979 se conmemora el Día Mundial de la Alimentación, una celebración promovida por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), con el claro objetivo de disminuir el hambre en el mundo. 2025 hace un llamamiento a la colaboración internacional para construir un futuro pacífico, sostenible, próspero y dotado de seguridad alimentaria. Trabajando en equipo, entre gobiernos, organizaciones, sectores y comunidades, podemos transformar los sistemas agroalimentarios para garantizar que todas las personas tengan acceso a una dieta saludable, viviendo en armonía con el planeta.   El Día Mundial de la Alimentación conmemora la fundación de la FAO, ¡Y este año la Organización cumple 80 años! 

Todos tenemos un papel que desempeñar para abordar la desigualdad y la pobreza, elegir alimentos saludables para aumentar su disponibilidad, reducir el desperdicio de alimentos y proteger el medio ambiente. 

Hablar de la alimentación humana es hablar de algo más que de nutrición: es una práctica biológica, cultural, social y espiritual. La alimentación es el proceso mediante el cual nuestro cuerpo obtiene los nutrientes esenciales para mantenerse con vida y funcionar correctamente. Su función principal: mantener el equilibrio energético y permitir el crecimiento, la reparación y la regulación del organismo.

Comer no es solo una necesidad: es un acto de identidad y convivencia.
Cada sociedad ha desarrollado sus propias tradiciones alimentarias: Lo que comemos refleja nuestra historia, región y valores. Los alimentos unen a las familias y comunidades (fiestas, rituales, celebraciones). También expresan estatus, creencias y emociones. Alimentarse es también un acto de pertenencia El hambre no siempre es fisiológica: a veces comemos por ansiedad, tristeza o alegría. Los hábitos alimenticios pueden reflejar autoestima, vínculos afectivos y equilibrio interior.

Una alimentación saludable también implica conciencia y serenidad al comer. En muchas culturas, el acto de alimentarse se asocia con agradecimiento, comunión y energía vital. Alimentarse es recibir vida y reconocer la interdependencia con la naturaleza. Comer con atención plena es una práctica de presencia y gratitud. “Somos lo que comemos” no solo por lo que ingerimos, sino por la conciencia con la que lo hacemos.

La alimentación de las emociones y los pensamientos es tan vital como la del cuerpo. Así como elegimos lo que comemos, también elegimos —consciente o inconscientemente— con qué nutrimos nuestro mundo interior. Nuestros pensamientos generan energía. Cuando pensamos con miedo, enojo o culpa, el cuerpo y la mente se tensan; cuando pensamos con amor, gratitud o esperanza, se armonizan.

Alimentar bien la mente significa seleccionar con conciencia los estímulos que dejamos entrar: Lo que leemos, escuchamos, observamos o repetimos. Las conversaciones y entornos que frecuentamos. Las ideas que cultivamos y dejamos crecer. Cada pensamiento es como un bocado que fortalece o debilita la conciencia.

Las emociones también tienen su dieta, se nutren de experiencias, vínculos y significados. Se alimentan del afecto, la empatía y la comprensión. Se desequilibran con la indiferencia, el miedo y la violencia. Se sanan con el perdón, la ternura y la gratitud Las emociones necesitan ser digeridas: sentirlas, comprenderlas y transformarlas, igual que los alimentos. Reprimirlas o exagerarlas es como comer sin procesar: termina intoxicando el alma.

Así como cuerpo, mente y espíritu forman una unidad, pensamientos y emociones se retroalimentan constantemente. Pensar en paz genera calma. Sentir amor despierta pensamientos constructivos. Vivir con resentimiento produce pensamientos destructivos. Por eso la verdadera higiene emocional consiste en pensar lo que sentimos y sentir lo que pensamos, con coherencia y amor.

Claves para una buena “alimentación interior”: Respirar y agradecer antes de cada decisión o encuentro. Evitar “comida mental chatarra”: noticias tóxicas, quejas, comparaciones, odio. Elegir lecturas, música y personas nutritivas. Practicar silencio, arte y contemplación. Dormir, descansar y meditar.

“Así como el cuerpo se alimenta de lo que come, el alma se alimenta de lo que piensa, siente y comparte.”

¡Por la construcción de una Cultura de Paz!

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