Durante años escribí aquí sobre “la oruga”, nuestro sistema público de transporte. Compartí resultados de mediciones con “datos duros”, que hasta el 2023, reflejaban niveles apenas aprobatorios, después de que, en la década pasada, sus calificaciones fueron muy buenas, rondando el 8. La movilidad ha cambiado en América Latina y en México, es cierto, pero también, no se puede negar que, al tener esquemas de concesiones, los gobiernos locales pueden hacer poco o nada, para regular a los concesionarios que, a final de cuentas, tienen en el transporte, un negocio. 

Los estudios aquí presentados por años, reflejaban en una muestra de 1,750 usuarios, categorizados por segmentos de mercado, que el SIT era la menos mala opción, pues al tener como usuarios preponderantemente a clases medias bajas, no tenían ellos, la posibilidad de transporte privado. Pero de las 5 principales variables que explicaban en las mediciones la calidad, una de las 3 claves, era el “tiempo de espero” y el “tiempo de traslado” y éstos, fueron aumentando desde el fin de la pandemia, pues el concesionario quiere al final de cuentas, llenar las unidades. 

Independientemente del costo, el SIT se fue deteriorando en el servicio ofrecido. La oruga, a pesar de ser uno de los 10 factores que más nos identifican como ciudad (aquí presenté encuestas sobre estos factores), paulatinamente fueron cayendo en calificación ponderada de todos los factores que explican la calidad, hasta estar el año 2023 entre 5 y 6. Este fenómeno, coincidente con el incremento de la compra de motocicletas, hizo que se desplazara casi el 10% de la población de usuarios del SIT, hacia el transporte privado. Al darse este fenómeno, desde el 2024, los concesionarios decidieron bajar el número de unidades y por tanto, aumentaron los “tiempos de espera” y por tanto, se incrementó la insatisfacción del usuario. 

Cuando escribí con Editorial Trillas, uno de los libros sobre el comportamiento del SIT, se reflejaba un sistema que tenía ventajas competitivas, como el pago por trayectos completos, incluso la tarifa era considerada “justa” y el estado de las unidades era adecuado, así como la inclusión de internet y de paraderos seguros, fueron valores agregados para el usuario. Pero llegó la época de las motos y con ello, es de esperarse más éxodo de usuarios que no están dispuestos a esperar a la oruga y se irán a la moto y con ello, contribuir al caos de este enfrentamiento diario entre coches y motos.

El anuncio que hizo Ale sobre el “metro elevado”, tiene no un problema técnico (tenemos en México excelentes ingenieros para la solución ingenieril), sino que el principal es el financiero junto con el posible esquema de acuerdos con los actuales concesionarios del SIT, que, a final de cuentas, son los dueños del negocio y tendrían que exigir participación en el esquema de operación del “metro elevado”. Y aquí es donde está en mi opinión, lo más interesante para la ciudadanía para este proyecto. Para una ciudad que tiene dos millones de habitantes y un diseño urbano centrado en el “eje” López Mateos, así como un promedio de 1.3 usuarios por cada coche que llega al terrible “cuello de botella” de la salida a Silao, los estudios de afluencia darán justificación de usuarios al proyecto. 

Pero el esquema de inversión es lo que ser más complicado, pues el monto del valor de las concesiones del SIT, considerando las unidades y sin considerar la inversión pública, es de más de 50,000 millones de pesos y esto no es poca cosa. De construirse el “metro elevado”, no tendríamos necesidad de las “orugas” del Eje, pues el tren atendería esta afluencia y las unidades actuales no tendrían razón de operar. Así, que no creo que haya concesionarios que quieran el proyecto del “tren elevado” si no son considerados en la inversión y operación. Así las cosas, las “orugas”, ese sistema del que el pueblo leonés de enorgullecía, acercándose a los 30 años, son ahora, mal evaluadas y quienes las siguen usando, siguen pensando en otros medios para tener movilidad en la rutina diaria.

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