Estoy seguro que todos nacimos para dejar una huella, aunque también es cierto, que no todos la dejamos. Estos días celebraríamos los 105 años de quien nos legó entre tanto, la Romería de la Raza, ese proyecto que Pepe Serra, -catalán avecindado en León- creó para fomentar la convivencia y diría él, el agradecimiento, de los extranjeros residente en esta nuestra Ciudad de los Cueros. El agradecimiento sí, porque es la actitud sincera de quienes con muchos o pocos años, provenimos de otros lares y aquí vivimos.
Pepe nació en Gerona, Cataluña, España. Cursó sus estudios de bachillerato en su tierra natal. Al término de la segunda guerra mundial representó a España en las misiones de rescate de judíos en Auschwitz. Llegó a México en 1947 y comenzó a trabajar en la compañía constructora de su hermano Arcadio (hoy VISE). Solicitó su nacionalidad mexicana en 1949 y en 1950 llegó a León para hacer trabajos de pavimentación y se quedó aquí cuando pensaba estar solo 8 días. Tres años después se casó con Martha Martínez y procrearon 6 hijos. Don Pepe como buen español, manejó su primer negocio en abarrotes en la Calle 5 de mayo para trasladarse después a los Almacenes SEMA (por Serra Martínez) en la Chapultepec en 1973.
Don Pepe fue muy querido por su amor al prójimo, su sentido de pertenencia a la comunidad y su gusto por el trabajo. Luchó por la ciudad que lo recibió y que le dio familia y amigos. Fue representante empresarial en el Consejo del IMSS, miembro de COPARMEX, Rotario por casi 50 años, 15 como Directivo del Club León (se dice que a él se debe el bautizo del estadio por el nombre catalán de “Nou Camp”) y del Unión de Curtidores. Participó en el Patronato pro-reconstrucción del Teatro Doblado, en el Consejo de Carreteras Estatales con el Gobernador Torres Landa, fue Presidente del Patronato de la Feria (1968 a 1970), miembro de Patronato de la Cruz Roja y Bomberos, organizador de la Primera Cabalgata de los Reyes en 1952 (cuando se repartieron más de 60,000 juguetes a niños de la ciudad) y aquí llegamos al tema: fue el iniciador de la Romería de la Raza, iniciativa creada para que se pudiera convivir sanamente y con esos remanentes, ayudar a quien más lo necesita. Así concretó obras, escuelas, caminos, ferias…
Aquí en la ciudad, somos un 45% de leoneses provenientes de otras latitudes y que llegamos en los últimos 30 años en cuatro enormes oleadas: la de la guerra Cristera que atrajo a entusiastas jaliscienses de los Altos de Jalisco, la de los años sesenta atraídos por la bonanza de la industria del calzado, la tercera, de los años ochenta debida a la descentralización del Distrito Federal y su sismo con la industria de los servicios (bancos, comercios, hospitales, universidades, etc.) y la cuarta, por el clúster automotriz. Bueno, Pepe Serra decía que, en León, en su querido León, “había muchos emigrantes que, como él, habían recibido de la ciudad trabajo, esposa, hijos y un lugar para vivir”.
Don Pepe Serra, llegó desde la Cataluña (él siguió siempre hablando y gustando del catalán) y nos dejó hace ya 25 años. Desconozco si exista una plaza, calle o memoria para Don Pepe (yo dejé una placa “in memoriam suya” en el edificio de la UTL por haber sido fundador de su Patronato). Fue quien me ayudó persona por persona a convencerlos de ayudar a la UTL a tener un buen nombre, a que le compraran servicios, a que contrataran a sus egresados en lo que constituimos como Patronato de la Universidad Tecnológica de León, AC. De él aprendí a querer a esta tierra. Él me animó en 1998, cuando su hijo Sebastián era nombrado Rector de la Ibero León y su servilleta de la UTL, a “pasar la charola” a empresarios para que en especie y en efectivo ayudaran al programa de becas y a crear una cadena de opinión a favor de esa institución recién creada. De mirada suave y siempre “ajonjolí de todos los moles”, a Pepe solo le faltó, él lo decía, ser Reina de la Primavera, pues siempre le pedían ayuda y allí estaba; no sabía decir que no. Una de sus últimas apariciones en público fue precisamente la toma de protesta del Patronato de la UTL, pues ya enfermo me dijo que debería ir para “que nadie faltara”. Don Pepe era uno de esos hombres sencillos, lo recuerdo caminando por las calles del centro y tomando café en el Condesa leyendo su AM y comentando las noticias con cualquier cantidad de personas que se acercaban a saludarle.
