“Lo que hoy se sabe y qué hacer esta temporada”

Estimados lectores, en estas semanas de regreso a clases y al iniciar la temporada alta de infecciones respiratorias, miles de familias se enfrentarán a faringitis, otitis o neumonías que, cuando son bacterianas, se tratan —desde hace décadas— con penicilinas (amoxicilina, penicilina V, entre otras). Sin embargo, millones de personas traen en su expediente la etiqueta de “alergia a la penicilina”, muchas veces puesta en la infancia por un cuadro de diarrea o un salpullido inespecífico. ¿Cuántas son alergias reales? ¿Qué hacer en la práctica para no caer en tratamientos más caros, menos eficaces y que favorecen resistencias?

Un análisis clínico reciente del New England Journal of Medicine (NEJM) – https://bit.ly/3KFx28B- plantea un caso cotidiano: un joven con faringitis estreptocócica, con el “banderín” de alergia a penicilina desde niño. Dos posturas se debaten con evidencia: 1) evitar penicilina y referir al alergólogo para una “prueba de provocación” programada; o 2) administrar en el consultorio una dosis de amoxicilina bajo supervisión y, si no hay reacción inmediata, completar el esquema. Ambas estrategias tienen sustento, pero coinciden en algo crucial: la mayoría de los etiquetados NO son alergias IgE (Inmunoglobulina E) verdaderas. 

NEJM recuerda que alrededor del 90% de quienes dicen ser alérgicos no lo son; y que solo 2% tendrán alergia inmediata demostrable y otro 2% presentará una reacción tardía leve al “probar” con una dosis terapéutica, observando una hora y vigilando en casa 3 a 5 días. En suma: el “delabeling” (remover la etiqueta falsa) es seguro y costo-efectivo si se selecciona bien al paciente y se cuenta con protocolo. 

¿Por qué importa para usted y su familia? Porque reemplazar penicilina “por si acaso” con antibióticos de segunda línea (macrólidos o quinolonas) se asocia a peores resultados, más eventos adversos, mayor costo y más resistencias bacterianas. Además, perpetúa un mito que nos encarece la salud a todos. Le comparto algunos tips prácticos cuando acuda con su médico.

Recuerde qué pasó en la infancia. Un brote de ronchas durante una infección viral (como la mononucleosis por Epstein–Barr) puede confundirse con alergia; con aminopenicilinas, ese virus puede detonar un exantema (erupciones morbiliformes en la piel) en 30–100% de los casos. Un sarpullido leve o diarrea aislada hace años rara vez significan alergia.

Lleve esa historia por escrito. Fecha aproximada, medicamento, dosis, síntomas, cuánto duraron, si requirió tratamiento (adrenalina, hospital). Entre más preciso, mejor podrá estratificarse el riesgo.

No se automedique “por si acaso”. Las penicilinas siguen siendo la primera elección para varias infecciones frecuentes. Evitar el antibiótico adecuado eleva riesgos.

Por último, pida que revisen su “alerta” de alergia. La tendencia internacional es cambiar el campo “Alergias” en el expediente a “Alertas” claras y accionables, con reglas de decisión. Eso ayuda a no sobre-prohibir penicilinas cuando no corresponde.

El costo de la etiqueta falsa es alto y con consecuencias para la salud pública. En nuestros hospitales, los Beta-lactámicos representan la primera causa de reacciones adversas  reportadas (cerca del 40%), seguidos por los antineoplásicos. Sin embargo, cuando se evita la penicilina por una alergia no confirmada, los pacientes reciben antibióticos de segunda línea que aumentan el riesgo de infecciones resistentes, peores resultados clínicos y mayor utilización de servicios de salud.

La resistencia antimicrobiana en México muestra tendencias preocupantes: Klebsiella pneumoniane, Pseudomona aeruginosa y Sthaphylococcus aureus presentan resistencia hasta de 90%-100% a múltiples antibióticos, mientras que la bencilpenicilina enfrenta resistencia completa (100%) en unidades de cuidados intensivos.

Para pacientes con alergia no confirmada a penicilina, las cefalosporinas de primera generación (cefalexina, cefadroxil) son seguras y efectivas. La reactividad cruzada entre penicilinas y cefalosporinas ha sido exagerada, especialmente en alergias no comprobadas.

Por último, ante la duda, vaya con un especialista si usted quiere confirmar o descartar definitivamente la alergia, cuando haya una historia compatible con anafilaxia (alergia grave) o, cuando no existan alternativas antibióticas adecuadas a su padecimiento según su médico.

La medicina basada en evidencia no debe llamar a desafiar paradigmas establecidos. La alergia a la penicilina, frecuentemente más ficción que realidad, requiere de un abordaje racional que medie la seguridad del paciente con la responsabilidad de preservar la efectividad de nuestros antibióticos para las generaciones futuras. Para el 2050 habrá más muertes por resistencia antimicrobiana que por cáncer y diabetes juntas.

Todos los antibióticos deben ser prescritos por un profesional de la salud en receta médica que cumpla todos los requisitos de Ley. No se automedique nunca antibióticos que tenga “guardados” usted, sus amigos o familiares. Por último, la información vertida en esta columna hoy tiene fines educativos y no sustituye la consulta médica. Ante cualquier duda sobre alergias medicamentosas, consulte con su médico tratante.

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