El gobierno de Claudia Sheinbaum acaba de cumplir un año de gestionar la administración pública y encabezar un régimen político que ya ha cambiado muchas reglas del juego.
Para ella, tanto como para sus defensores en los medios y en otros sitios, nos encontramos en lo que llama el Segundo Piso de la Cuarta Transformación.
De acuerdo con esta imagen, la concepción del proyecto del actual régimen es uno que se va construyendo paulatinamente de abajo hacia arriba. Si hay un segundo piso ¿habrá un tercer y cuarto pisos? ¿Es un proceso interminable o tiene una meta específica?
Por lo pronto, sólo tenemos un año para evaluar la instalación del Segundo Piso. La verdad sea dicha, aunque hay algunos claros predominan los oscuros.
Entre los logros se puede hablar de la disminución de la pobreza que se adjudica en parte a las ayudas sociales y en parte al aumento del salario mínimo. Ninguna de las dos ideas provienen, por cierto, del oficialismo.
Otro punto a favor es el cambio percibido o real de la política de seguridad de su antecesor. Sobre esto, existe la sospecha de que esto sólo lo ha hecho debido a la presión de la administración Trump. De no ser así – argumentan muchos de sus críticos – la Presidenta habría mantenido la misma política insidiosa de su antecesor.
Por lo demás, no hay mucho más que aplaudir. Al contrario, en materia económica el país se mantiene con crecimiento muy bajo de un promedio de alrededor del 1 %, lo cual fue el que se mantuvo el pasado sexenio. El problema es que sin crecimiento todo lo demás en el ámbito económico, cuyo objetivo sería impulsar la prosperidad, se vuelve muy difícil.
Otro aspecto que incluso podemos definir como trágico es el que tiene que ver con las políticas sociales en materia de salud y educación.
Entre el 2018 y el 2024, el porcentaje de personas sin acceso a servicios de salud pasó de 16.2 % a 34.2 %. En materia de educación las cosas no están mucho mejor. En el ciclo escolar 2023-2024 el porcentaje de deserción escolar en educación Media Superior fue del 11.3 %. Esto sin referirnos al daño que causarán a estudiantes de primaría y secundaria los libros de texto poblados de demagogia y mentiras.
La pregunta indicada en este contexto es si ha valido la pena para los sectores más desprotegidos recibir recursos que, sin embargo, no los impulsan hacia la prosperidad y el desarrollo a la vez que obtienen servicios de salud y educación de creciente pésima calidad.
A estos retrocesos socioeconómicos hay que agregar los que se refieren a cuestiones morales, pero con implicaciones legales, como la corrupción desencadenada que estamos presenciando.
Ante este panorama más bien desolador, una oposición responsable debería trabajar en una doble vía: la táctica y la estratégica.
En el corto plazo, quienes queremos ver a México en mejores condiciones, no podemos dejar de proponer fórmulas acertadas de cambio de políticas para la transformación del país hoy. Al mismo tiempo, se necesita proponer a la población un proyecto de país para el futuro inmediato y mediato que sea a la vez razonable e inspirador. Una cosa es cierta, el regreso al pasado no es una opción.
