El ciudadano alcalde de Celaya, cerró con bastón y sahumerio casi un año de desasosiegos, pifias, burlas, gritos, sombrerazos, y muy poca efectividad en la gestión y administración del dinero de los celayenses. El 1er. Informe fue un acto de promoción personal, ya sin mayor trascendencia.
Las preguntas que debería haber respondido en su 1er. Informe eran muy básicas: ¿en qué y cómo, se ha gastado casi 3 mil millones de pesos del presupuesto anual del municipio? ¿Cuáles fueron las acciones, los objetivos y las metas alcanzadas de acuerdo al Programa de Gobierno en su primer año de actividades? ¿En qué ha mejorado la gestión de los servicios públicos?
Usted seguramente se preguntó, ¿por qué se sahumó el camino hacia el evento público, en donde leería el alcalde su cuarto informe trimestral? ¿por qué lo hizo enfrente de las personas que trasladaron desde comunidades, y colonias populares, al viejo estilo de coacción panista y priista? En el lenguaje popular, el ciudadano se hizo una “limpia”, utilizando un “chaman”, como intermediario del mundo espiritual para guiarlo y comunicarlo con los espíritus que le sanaran sus carencias, o su mala fortuna.
¿La superstición es motivo de análisis? Si el acto fuera dentro de la privacidad e intimidad de su hogar, es su asunto, pero representando una institución del Estado que debe proteger los Derechos Humanos de todos, es un tema de interés público. Además, si privilegia la superstición, y no el espíritu científico y laico de la Constitución Política de México (artículo 40), no solo es un agravio a la historia, sino una falta de respeto a las comunidades religiosas, particularmente, a la comunidad católica, que dio origen a esta ciudad.
Debo decirle, que las supersticiones son prácticas y creencias populares no racionales; las religiones son sistemas de creencias estructurados con rituales y un cuerpo de conocimiento; la cultura es el conjunto de conocimientos, creencias y prácticas de una comunidad, de cierto, el chamanismo no es una práctica y creencia de nuestra comunidad. ¿Tiene un valor cultural? Claro que lo tiene, y nadie se asusta porque los grupos sociales que se sienten identificados lo practiquen, es su derecho, pero no es el caso, de un representante del Estado mexicano.
Resulta incongruente y contradictorio, que se presuma como estandarte el espíritu liberal de nuestra patria, y se haga uso de la superstición de manera grotesca. El pensamiento liberal de Benito Juárez, e Ignacio Ramirez “El Nigromante”, se centró en la justicia social, el laicismo, la educación como emancipación, y una república federal y democrática con ciudadanos libres e iguales. Mientras que Juárez implementó estas ideas desde la presidencia, Ramírez fue el ideólogo liberal radical más influyente, defendiendo estos principios en el Congreso Constituyente y como Ministro de Justicia e Instrucción Pública. Ambos, son motivo de presunción del alcalde, y de algunos simuladores con tufo agrio de masonería.
No abundaré, en los principios del materialismo histórico, dialectico, ni en el pensamiento filosófico que dio origen a la principal transformación económica y social del planeta en el siglo XX, que son basamento de la izquierda, pero no de los extraviados de la patria. Solo diré que el pensamiento científico, debe ser la guía para la construcción del desarrollo y el bienestar del pueblo, respetando sus derechos humanos.
Si usted es uno de mis tres lectores, seguramente ha escuchado mi invocación constante a la planeación de la ciudad, frente a las ocurrencias e improvisaciones, con las que intentan resolver las problemáticas y los conflictos que se presentan en el curso de la administración municipal. Usted se preguntará ¿por qué el crecimiento urbano de la ciudad, lejos de traernos bienestar nos genera más problemas? La respuesta es muy simple, no hubo planeación estratégica urbana, se construyó con base en intereses particulares, privilegiando grupos sociales, y abandonando a la población mayoritaria. Esa es una visión de desarrollo sin bienestar compartido.
Este 1er Informe de Gobierno, fue una muestra muy clara de la falta de planeación estratégica, se administró bajo la idea de supuestas promesas electorales, y bajo un desconocimiento de las herramientas institucionales del desarrollo municipal, y lo peor, sin conocer la situación en la que se encontraba el municipio. Le tiraron a todo, a ver si en algún disparo le atinaban al pato.
La falta de planeación nos revela porque no atinan en sus propósitos, porque no pueden controlar de manera integral, y armónica la administración, y la gestión operativa de los servicios públicos. El voluntarismo para rectificar la construcción de la ciudad, es insustancial; se requiere un análisis riguroso para formular la reconstrucción del municipio que queremos. Le pregunto ¿usted escuchó, supo de algún análisis riguroso, o solo fueron actos reactivos para sobrellevar o parchar las necesidades de la población?
La planeación estratégica urbana involucra a los gobiernos locales y regionales, el sector privado, organizaciones no gubernamentales, expertos en urbanismo, y la participación ciudadana para asegurar que las decisiones reflejen las necesidades y deseos de los habitantes. ¿A usted le preguntaron qué quería para la ciudad, para su colonia, para su calle? ¿O simplemente, escuchó o leyó en los periódicos que el alcalde haría tal o cual cosa?
