Los últimos días la presidenta Claudia Sheinbaum dedicó parte de su tiempo en la mañanera a criticar al empresario Ricardo Salinas Pliego. Dio noticia de una fianza de 25 millones de dólares que pagó en Estados Unidos para prevenir un problema penal. El conflicto crece con respuestas airadas del empresario, quien acusa al gobierno de retener durante horas al presunto delincuente tabasqueño Hernán Bermúdez Requena.

Salinas Pliego da a entender que la Presidenta y su gobierno obstruyen la justicia. No le faltan temas después de lo que sucede con el huachicol fiscal, la corrupción en el estado de su antecesor y del actual líder del Senado, Adán Augusto López. Es un conflicto desigual. Por más dinero que tenga el empresario, por más que ponga a su TV Azteca en contra del nuevo “sistema”, Sheinbaum cuenta con un poder que ni siquiera López Obrador tuvo. Con la Suprema Corte y los nuevos jueces de su lado, será fácil que ejecuten la presunta cuenta fiscal de 75 mil millones de pesos con el SAT.

Lo serio es que una presidenta baje a la calle a combatir en vivo y directo con el tenaz empresario. Queremos ver a una mandataria que esté por encima de un conflicto económico e ideológico que es menor. ¿Qué necesidad?

La mañanera no es indispensable, ni siquiera necesaria para gobernar. El país necesita paz y armonía, al menos en la imagen pública de la persona a quien queremos ver por encima de todo conflicto personal. Porque ese tema siempre será inferior, comparado con las prioridades nacionales. Tenemos el T-MEC encima, un tratado del que depende el futuro nacional. La seguridad, la salud pública y la guerra renovada contra el crimen organizado requieren toda su atención. También la educación y la reconstrucción de la confianza en las instituciones después del desastre en la Marina con el huachicol y el contrabando.

Sabemos del espíritu revolucionario de lucha idealista de la joven Sheinbaum, de su historia política e ideológica, que ahora debe ceder para armonizar al país. El pragmatismo es la mejor receta para resolver los problemas de México. Un pragmatismo estratégico, ese que tan bien domina su colaborador Marcelo Ebrard.

La Presidenta puede delegar a un colaborador eficaz un arreglo con Salinas Pliego. Un acuerdo que incluso el propio Andrés Manuel López Obrador había pactado hace seis años con un pago de 7 mil millones de pesos. El empresario es suficientemente inteligente para negociar y salvar cara a todos con un pago razonable. Un triunfo para Palacio y una negociación que permita a Salinas Pliego seguir adelante con sus empresas.

Si la lucha es hasta el final, las apuestas siempre estarán en favor de “El Águila”. Pero eso no significa que la 4T se pueda quitar de encima a un empresario convertido en líder de la derecha radical. Las heridas son tan profundas que en la mañanera se le dedica tiempo y poder.

En la época dorada del PRI, había un secretario de Gobernación que arreglaba todo, casi en silencio. El profesor Enrique Olivares Santana, mantenía con mano suave pero firme la política interior. Alguien comentaba que hacía política “en pantuflas”. Eso es lo que falta en la 4T, menos ruido y más nueces. El sigilo, la búsqueda de armonía y una figura presidencial con mucha altura son indispensables para gobernar.

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