“El respeto al derecho ajeno es la paz”.
Don Benito Juárez
Padre del laicismo en México
Hay lugares donde no se deben exhibir imágenes religiosas desacralizadas, bajo el pretexto de que son expresiones artísticas. Sucedió la semana pasada en la Universidad de Guanajuato con la exposición “Iconoclasia” de Edder Damián Martínez. El retiro de la muestra fue una decisión correcta de la rectora Claudia Gómez. Hay una línea delgada entre la libertad de expresión y la provocación ofensiva.
Dirán algunos críticos que el arte es y deberá ser provocativo en expresiones modernas. Puede serlo, pero no a costa de injuriar, de agredir las creencias y la propiedad emocional de terceros. Hay mil formas de expresar ideas sin meterse con la fe de los demás. Cristo es lo más sagrado que hay para la gran mayoría de los mexicanos. No se diga la Virgen de Guadalupe que ocupa el primer lugar en la adoración nacional.
Escribo desde un punto de vista secular, desde el más profundo liberalismo. Quienes acusan de “censura” el retiro de la exhibición excluyen el derecho de otros ciudadanos a ser respetados en sus pertenencias (de fe). Lo mismo aplica al respeto de tener otra religión minoritaria o al secularismo. Digo propiedades, con toda intención. Cristo “pertenece” a los creyentes en su fe religiosa. Cualquier divinidad debe ser respetada en defensa de la misma pluralidad y libertad de expresión.
El tema también es de armonía social. De los insultos vienen las agresiones físicas. Imaginemos que esa misma exhibición fuera injuriante de la Guadalupana. Seguro que el artista no solo arriesgaría el vituperio, sino la vida misma. No habría censura, sino linchamiento y el público católico lo aplaudiría.
Hay otros ejemplos de provocación religiosa que trata de ser de “ruptura”, como lo fue la exposición de “La venida del Señor” de Fabián Cháirez en la UNAM, con escenas eróticas; también fue una ofensa que un juez federal suspendió o “censuró”, porque afectó el honor religioso.
Hubo una época de represión religiosa en el país, que produjo guerras como la Cristera, hace justo un siglo. El país evolucionó hacia la tolerancia religiosa y la aceptación de múltiples creencias y, mejor aún, el respeto a la libertad de opción de género LGTBI, la civilización de quienes antes eran excluidos. La mejor respuesta a quienes dicen equivocadamente que fue censura la puede dar el mayor de los liberales: Don Benito Juárez.
Los cristianos, musulmanes, budistas, masones y testigos de Jehová, por ejemplo, tienen derecho a ejercer su fe o ritos sin que alguien los insulte.
Hay países donde se penaliza la desacralización de los símbolos religiosos; el extremo es el mundo islámico, donde dan pena de muerte. Salman Rushdie, el gran escritor indio, sufrió primero la amenaza de muerte del Ayatolá Jomeini de Irán, por la publicación de sus “Versos satánicos”, una novela que le marcó el destino por el fundamentalismo radical islámico. Salvó la vida escondido y protegido por la policía, pero no el ataque de un fanático que le destruyó un ojo. Para nosotros es inconcebible ese tipo de censura. Rushdie quedó atrapado entre el mundo musulmán donde nació y su país adoptivo, liberal, Inglaterra, donde la Reina Isabel II lo nombró Caballero por sus aportaciones a la literatura.
Las provocaciones buscan atención. Edder Damián logró su cometido. A la próxima, no hay que hacer caso.
