Hagamos un poco de memoria, al inicio del sexenio pasado, con Andrés Manuel López Obrador despachando desde el recién desempolvado Palacio Nacional y Diego Sinhue Rodríguez Vallejo desde sus modernas oficinas en el Puerto Interior, se configuraron los primeros rounds de una relación, cuando no antagónica, ríspida o poco grata. Separados por los colores de sus partidos y por sus disímiles procedencias, el político de hueso colorado hecho a sí mismo tuvo como némesis a un delfín de provincia. Ambos aprovechaban cualquier oportunidad para echarse agua sucia en sus declaraciones.

Recordemos que por entonces nos quedamos varias semanas sin gasolina, según unos como consecuencia del huachicol, otros por la mala planeación en las importaciones de Pemex. Vimos peregrinar a Houston a un gobernador al borde de las lágrimas. La ciudad resultaría con el tiempo su hogar aspiracional. No sabemos si por entonces se dio una vuelta por The Woodlands o en realidad fue a buscar combustible para los guanajuatenses. 

Y las escaramuzas continuaron, cuando todavía quedaban gobernadores de signo contrario a Morena, Sinhué hallaba la manera de juntarse con ellos para hacer, según decían, contrapeso político. Nunca asistió a las reuniones de gabinete de seguridad convocadas por AMLO, mientras Guanajuato sufría los peores embates del crimen organizado y se mantenía en la cima de los índices de homicidios. Tuvo también arrebatos retóricos absurdos, como en pleno COVID retomar las infames palabras: “aún hay alhóndigas por incendiar”, refiriéndose al federalismo mexicano. Gracias a esta animadversión con Palacio Nacional, entre otras cosas, León se quedó sin el agua de la presa del Zapotillo y las participaciones federales del presupuesto fueron menguando de manera continuada. De esta forma, el estado tuvo que recurrir a préstamos para cubrir sus presupuestos. Pasamos de deber 4.319 millones de pesos en 2019 a 10.678 millones en 2024. Un aumento del 147% a costa de las animadversiones de nuestro exgobernador.

En los últimos años de sus mandatos, cuando la oposición política en este país se vistió de la cantante calva de Ionescu, tuvieron algunos acercamientos. Quizás para que Rodríguez Vallejo pudiera asegurarse el manto de impunidad que todavía lo cobija.

Y Guanajuato siguió creyendo en el PAN mientras el resto del país apuntaló a Morena en la presidencia y las cámaras. Y, contrario a lo sucedido en el sexenio anterior, las dos mujeres en los cargos más importantes del entramado democrático resultaron entendiéndose a la perfección, o por lo menos eso aparentan. A pesar de sus disímiles perfiles personales y profesionales, ha prevalecido el pragmatismo. La nueva visita de Claudia Sheinbaum pareciera ser el comienzo de un idilio que deja atrás la pelea de machos de sus predecesores. Nada más conveniente para Libia Denisse García, con una buena cantidad de frentes abiertos en su gobernatura, varios de ellos los escándalos por corrupción de su predecesor. Y con la perspectiva de un fuerte aumento adicional de la deuda pública; se estima que el acueducto de la presa de Solís a León requerirá 8.000 millones de pesos adicionales, las participaciones federales pueden ser una clave para que las finanzas del estado no se deterioren más con la construcción de otro proyecto de gran calado como el tren Querétaro-León. 

Aunque algunos vean el este idilio como algo indeseable ante la animadversión que produce Morena, hay que ponderarlo como un matrimonio por conveniencia, pues ni las finanzas ni los habitantes de Guanajuato están para seguir pagando el precio de una rebelión que, como el gobierno de Rodríguez Vallejo, nunca cuajó. 

 

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