Siempre me ha llamado la expresión “desopilante”, empleada en Argentina y otros países del cono sur para referirse a algo muy gracioso, que provoca carcajadas. Es un término que viene del latín y significa literalmente “quitar un tapón o desatascar”. En sentido figurado, alude a liberarse de un opresión (algunos se refieren al hígado) para permitir que la alegría fluya. Algo similar sentí al leer esta novela de Fabiola Sánchez Palacios, que también ejerce como dramaturga y actriz de teatro cabaret en la CDMX.
La verdadera historia de la mujer lagarto (NitroPress, 2023), también conocida como Historia de una mujer sin nalgas, compendia nueve versiones de una novela escrita por una vaca sagrada de Televisa (hay que decirlo con el nombre original, pues en la novela se le llama el monstruo del entretenimiento) y una serie de cartas a posibles críticos y promotores de dichos textos. ¿Colección de cuentos? ¿Novela epistolar? Difícil encasillarla. Para mí, simplemente desopilante: no hay historia que no recorra los mitos y realidades que pueblan el imaginario colectivo mexicano desde el sótano hasta el olimpo social. Sánchez Palacios no deja títere sin cabeza: capaz de volver a casar ¡al mismísimo Carlos Slim! con una casta y astuta solterona, devela también un plan de Putin para tomar el control de nuestro hemisferio a través de mascotas diabólicas. Satiriza el amor lésbico, despedaza íconos del cine de oro mexicano, y hasta recoge esas viejas tradiciones de las chicas convertidas en lagarto por desobedecer a sus padres; condenadas a recorrer los pueblos para terror y aleccionamiento de los más ingenuos.
La protagonista y escritora anónima de su novela ha olvidado la de su vida de tanto inventar las historias de otros. Como en esta era de engendros de la IA le cuesta trabajo distinguir entre las fabulaciones y la realidad. De tanto idear nombres, a Slim lo llama el Gordouuu, carece de uno propio.
Me despido con un breve muestra del desparpajo que despliega Sánchez Palacios en su prosa:
“Esos dos nubarrones aparecieron justo cuando él tenía diferencias con el presidente de turno, como si no supiéramos que Gordouuu pone y quita piezas del ajedrez político. Aunque esos no eran los temas que mi amado Gordouuu gustaba de charlar conmigo, me lancé con ira:
–¿Qué otra cosa has hecho tú además de sacar del oscurantismo a este país de ignorantes y mal comidos? ¿Qué cosa mejor se puede hacer por un pobre que no ser uno de ellos? No se conforman con ser muchos, feos y analfabetas, ¡todavía tienen el descaro de reproducirse! ¿Qué es lo único que iguala a un mexicano con otro? ¡Su teléfono celular! ¡De veras, Gordouuu! ¡Qué desagradecidos!
Y continué mi perorata…”
Novela implacable, sátira sin concesiones. Desopilante. Muy recomendable.
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