Por fin entendimos en qué consiste la “transformación” de la que tanto habla el oficialismo. ¡Quieren todos sus miembros transformarse en fifís! Quieren tener casas como las de los fifís, viajar como los fifís, comer como los fifís, vestir como los fifís y gastar como los fifís. Incluso ¡superarlos!, esto en extravagancias.

Ni los más fifís se gastan 47 mil pesos en una sola cena al andar de paseo, pero estos “transformados” lo hacen con la mano en la cintura. Y todo esto acontece justo cuando la Presidenta (y líder de su movimiento) les pide vivir en la “justa medianía”: simplemente no le hacen caso.

Habrá que esperar -quizá- un poco más de tiempo y darle a la Presidenta la oportunidad de afianzar su control sobre el gremio, porque al parecer desde una parcela en Palenque (o donde esté) hay alguien más jalando los hilos y fomentando la desobediencia. Pero bueno, ese tema es algo para los oficialistas, no para su servidor, a quien hay cosas que le importan y otras que no tanto.

A modo de ejemplo: a este su H. servidor le vale punto menos que tres cacahuates el compromiso matrimonial de Taylor Swift y su novio, Travis Kelce, receptor de los Kansas City Chiefs. Nos vale mádere si su anillo de 8 quilates es diamante natural o “lab grown” (hecho en un laboratorio, la mayoría en China): la parejita no sólo nos causa indiferencia, sino que nos provoca ovoidina.

Por otra parte, les confesamos que hay cosas que sí nos preocupan: por ejemplo, que este Gobierno no considere -por remoto que le parezca- que está equivocado, de hecho y dicho.

No pretendemos darle clases de periodismo, tan sólo aportar una semilla de entendimiento, a propósito de preguntas/dichos externados ayer en la conferencia matutina: Genaro García Luna, preso desde hace años en Estados Unidos, no es noticia. Una noticia es un hecho que posee la posibilidad de alterar el status quo. Este simple hecho responde a lo dicho ayer: “Hacen escándalo por la casa de Noroña, pero no por García Luna”.

Pero, por reciente y asombroso, el que el vociferoso presidente del Senado adquiera con su modesto sueldo una casa de campo a todo lujo en espectacular paisaje: esto sí es noticia. García Luna, a menos que amanezca hoy convertido en hombre lobo, ya no es noticia, sobre él se han agotado tambos de 200 litros de tinta y publicado ya numerosas notas detallando sus fechorías.

Ahora bien, en nuestro modesto juicio, la Presidenta equivoca tanto el blanco como la orientación de su indignación. Si con alguien debería estar molesta es con Noroña y no con quienes revelan y documentan su sorprendente cambio de vida.

Al pretender ser fifís, parece que a los aspiracionistas miembros del “Partido del Pueblo” se les olvida que los fifís generan con su actividad empresarial los recursos de los que disponen: ellos sí que gastan “su” dinero.

Por el contrario, los servidores públicos viven del erario: el pueblo paga su sueldo, así que gastar como marajás siendo funcionarios implica una serie de explicaciones que resultan contradictorias con la doctrina que predican y afirman implementar. Tanto para este tipo de funcionarios, como para el explorador que cae en arenas movedizas, entre más se mueven, más se hunden.

Quienes causan daño a la imagen del movimiento que promueve la Señora Presidenta -y a su Gobierno- son los funcionarios o miembros de su partido que no se sujetan a sus dogmas. Los que compran lujos, viajan como magnates, usan relojes millonarios y se dan vida de sultanes.

Se entiende que estos hechos contrarios a la causa le causen enojo; lo que no se entiende es que dirija su molestia hacia el mensajero y no contra su general que perdió la batalla por ignorar sus órdenes. Estas pifias y situaciones que hoy provocan vergüenzas al “movimiento transformador” provienen de quienes lo integran, no de la ciudadanía.

No sólo carece de motivos la Señora Presidenta para molestarse con quienes informan la realidad que vivimos, sino que debiera estar agradecida de que haya quien le indique y señale quién le es fiel y quién no. ¿Acaso desea la Señora estar rodeada de gente que va por la libre saciando sus apetitos contrarios al dogma oficial?

Habría que suponer que tal situación no le conviene, ni a ella ni a su Gobierno, aunque cabe la posibilidad -por remota que parezca- de que estemos equivocados.

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