La operación ruinosa del Tren Maya evidencia que los trenes de pasajeros no son negocio; aun así, el gobierno decide tener un tren más…
Quienes conocen el Tren Maya afirman que “está bonito”; pudiera ser lento, un poco caro y algo inconfiable, pero estéticamente les impresiona. Lástima que no es, y quizá jamás llegue a ser, un ÉXITO ECONÓMICO.
Para operar -de manera deficiente- requiere un enorme subsidio del Gobierno federal: recientemente se reveló que los ingresos del Tren Maya no alcanzan ni para cubrir una fracción de la prima del seguro. Quienes han viajado en él comentan que escasean los pasajeros, por ello, por cada PESO de ingreso propio, el Gobierno federal debe aportar MÁS DE 100 para su operación.
Una operación deficitaria de un tren construido por capricho, a gran costo material y ambiental, difícilmente puede justificarse desde el punto de vista del mejor uso posible de los recursos públicos. Siendo esto así, y tomando en cuenta que el Gobierno federal opera con déficit fiscal, y que entre otras cargas financieras considerables enfrenta el rescate de PEMEX, no podemos entender cómo es que se haya decidido dar comienzo a OTRO TREN, uno que está presupuestado en 138 mil millones de pesos y cuyo inicio de obras está planeado para esta semana. Esto en un trazo inicial de unos 100 km entre Salinas Victoria, N.L., y el Arroyo El Sauz en Tamaulipas.
La obra del primer tramo del Tren del Norte se estima en un costo cercano a los 15 mil millones de pesos. Aunque bien es sabido que en toda obra de Gobierno el costo final es el doble o el triple de lo presupuestado y el tiempo de construcción casi siempre excede por mucho el estimado.
La gran duda es si con la operación deficitaria del Tren Maya se dan cuenta nuestros gobernantes de que los trenes de pasajeros no son negocio, ¿por qué ensartan al Gobierno con el costo y subsidio de operación de OTRO tren de pasajeros? Uno que será una CARGA MÁS para un de por sí sobregirado erario.
Pareciera que nuestros Tlatoanis de hoy propusieron la quiebra de la Nación, meterse en puro negocio perdedor, desde chocolate y café hasta aerolíneas, refinerías, AIFAS, que lejos de aportar al erario, lo sangran. ¿Creerán que la Hacienda pública es infinita y que es capaz de soportar cuanta ocurrencia tengan los gobernantes?
Las cifras comprueban que el camino de convertir al Gobierno en emprendedor y operador de “negocios” es el camino más seguro a la RUINA económica. Este hecho quedó más que comprobado cuando, en el Gobierno de Luis Echeverría, México tomó el camino del estatismo que nos condujo a la ruina, y tardó el País más de una década para retornar a la buena salud económica.
Los recursos públicos no son inagotables, sobre todo en un país en el que la economía crece anualmente una fracción de un 1 por ciento. Si la economía no crece, no pueden crecer los ingresos del Gobierno, y tampoco crece el pastel de los recursos disponibles, de ahí que resulte casi un crimen malgastarlos en “negocios” que no sólo no son rentables, sino que le causan grave deterioro al presupuesto nacional. Quizá no reparan nuestros genios gobernantes en que los recursos que ellos despilfarran provienen del esfuerzo de los ciudadanos.
México no necesita trenes, los TUVO en el pasado y fracasaron, lo que el País necesita es mejor infraestructura: puertos, carreteras, aeropuertos, generar abundante electricidad para permitir el crecimiento nacional, reducir la tramititis, acabar con el terrorismo fiscal y fomentar el emprendimiento y la creación de empleos redituables. En suma, ENGRANDECER a la sociedad y achicar al Gobierno.
Un pueblo pobre, en el que más del 40 por ciento de la población no tiene acceso a la salud, no puede soportar el peso de un Gobierno GASTÓN, que se mete en lo que no debe y en lo que debe meterse no lo hace.
Hoy nos ayuda, por ejemplo, el debilitamiento del dólar por las políticas proteccionistas adoptadas por EU, así como su guerra comercial con China. México importa desde gasolina hasta maíz: hoy lo hace con un dólar barato, mas ¿quién nos puede asegurar que en un futuro el Peso se sostenga a los niveles actuales, sobre todo cuando adopta el camino presupuestal deficitario?
Navegamos con vientos a favor, pero nos dirigimos hacia aguas tormentosas: un cambio de rumbo se antoja no sólo apropiado, sino urgente.
