“Vamos a presentar pronto el Café del Bienestar, para que se sigan retorciendo”.

Presidenta Claudia Sheinbaum en su “Mañanera del Pueblo”

Es cierto lo que dice la presidenta Claudia Sheinbaum: nos seguimos retorciendo. Pero no por la razón que ella dice, sino por la oportunidad perdida de que se convierta en estadista y no en la voz del expresidente López Obrador y su estilo agrio de gobernar.

La presidenta Sheinbaum puede presentar un proyecto de producir o distribuir café a precios accesibles sin necesidad de descargar su desprecio sobre quienes no piensan como ella. Perdió la sensatez mostrada con anterioridad.

Después de un año de gobierno, resulta triste que atice conflictos inexistentes. Al bajar al callejón de los resentimientos, disminuye su estatura más que la de la oposición. En una democracia, el estadista jamás gobierna para un partido o un sector, aunque sea mayoritario. Lo hizo durante seis años Andrés Manuel López Obrador, quien jamás se reunió con los representantes de otros partidos y con ministros de la Suprema Corte que no pensaban como él. Ni siquiera con las madres de los desaparecidos. ¿Qué decir de los enfermos de cáncer, olvidados por el sector salud?

Jesús Ramírez, el cocinero de los temas viles detrás de la mañanera, parece seguir la partitura del sexenio pasado. La misma reunión mañanera es un problema para la conducción del país, porque se pierde tiempo de ejecución, planeación y coordinación de las estrategias de gobierno.

Imaginemos que Claudia amanezca un día con un espíritu conciliatorio, con la generosidad de quien triunfa y tiende la mano al contrincante.

Hay un cuadro maravilloso de Diego Velázquez llamado “La rendición de Breda”. También se le conoce como el cuadro de Las lanzas. Está en el Museo Nacional del Prado en Madrid. Velázquez pinta la rendición de los Países Bajos ante la victoria del ejército español. El derrotado, Justino de Nassau, se inclina para entregar las llaves de la ciudad al español triunfante, Ambrosio Espínola. En lugar de aplastar al pueblo derrotado después de nueve meses de asedio, Espínola tiende su brazo sobre el hombro del derrotado para que no se humille ante él. Las espadas verticales del ejército español significan la disciplina de los triunfadores; el rostro del victorioso Ambrosio muestra generosidad, dignidad y humanidad frente al contrincante derrotado.

El asedio de Breda terminó en 1625, cuatro siglos antes de nuestra era. Velázquez, “el pintor de pintores”, convierte el hecho histórico en un lienzo inspirador, que transmite los valores de la nobleza y la grandeza del triunfador que no permite la humillación del vencido. Se puede ver el cuadro con todos sus detalles durante mucho tiempo, pero siempre el centro de la pintura será la postura de dignidad aristocrática de Ambrosio Espínola. Los caballos, las lanzas y el paisaje transparente de la población derrotada sirven como descripción genial del pintor, en un acto de profundidad humana inigualable e inolvidable.

¿Qué pasaría si Sheinbaum se desprende del odio de su antecesor, del coraje anidado en pasadas derrotas y de ideas que no sirven al futuro del país? Ella fue maestra. También sus palabras son semillas que pueden sembrar nobleza, respeto y tolerancia; es una persona cultivada que puede elevar su mandato a la montaña y no caer en los callejones oscuros de la venganza o los malos deseos.

No queremos retorcernos, sino sumarnos al esfuerzo nacional. Cómo nos gustaría que nuestra Presidenta tuviera unos minutos para ver de nuevo este cuadro y reflexionar sobre el poder de la clemencia y la magnanimidad.

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