El 19 de agosto conmemoramos el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria, un momento para honrar a quienes intervienen en las crisis para ayudar a los demás y apoyar a los millones de personas cuyas vidas penden de un hilo.
Este año, el mensaje es claro: el sistema humanitario está al límite de sus posibilidades: con financiación insuficiente, desbordado y bajo ataque.
El humanismo es una corriente de pensamiento y una actitud cultural que coloca al ser humano en el centro de la reflexión, reconociendo su dignidad, libertad, razón y capacidad de transformar el mundo. Sostiene que cada persona tiene valor por sí misma, sin importar su origen, creencias o condición. Promueve valores como la libertad, la solidaridad, la justicia, la comprensión y el respeto a la diversidad.
En la actualidad Se habla de humanismo contemporáneo o nuevo humanismo, que busca responder a los retos del mundo moderno (tecnología, crisis ambientales, desigualdad social) poniendo al ser humano y su bienestar en el centro de las decisiones.
El humanismo es una visión del mundo que cree en la capacidad del ser humano para pensar, crear, convivir y construir un futuro más justo y digno.
Con demasiada frecuencia, el mundo mira hacia otro lado, incluso cuando estos ataques violan el derecho internacional. Se ignoran las leyes destinadas a proteger a los trabajadores humanitarios. Los responsables quedan impunes. Este silencio, esta falta de rendición de cuentas, no puede continuar.
El sistema está fallando no solo a los trabajadores humanitarios sino también las personas a las que sirven. Ya no estamos en una encrucijada. Estamos al borde del abismo. Las necesidades aumentan. La financiación disminuye. Y los ataques contra los trabajadores humanitarios están batiendo récords.
Es hora de convertir la indignación mundial en presión real sobre quienes ostentan el poder para: Proteger a los trabajadores humanitarios y a los civiles a quienes sirven. Respetar el derecho internacional humanitario. Financiar los recursos vitales que decimos apoyar
Si no podemos proteger a quienes salvan vidas, ¿qué dice eso de nosotros? Si permitimos que esto continúe, corremos el riesgo de perder no solo un sistema, sino también nuestro sentido de humanidad.
El sentido de humanidad es la capacidad que tenemos los seres humanos para reconocer el valor de las demás personas, sentir empatía por ellas y actuar con respeto, compasión y solidaridad. Se trata de una actitud ética y afectiva que nos mueve a ayudar, comprender y tratar a los otros como iguales, sin importar diferencias de cultura, religión, clase social, país de origen o forma de pensar.
Algunos rasgos del sentido de humanidad: Empatía: ponernos en el lugar del otro, entender su dolor o alegría. Compasión: deseo de aliviar el sufrimiento ajeno. Respeto: reconocer la dignidad y los derechos de todas las personas. Solidaridad: apoyar a otros en sus necesidades o luchas. Fraternidad: reconocernos como parte de una misma familia humana.
Tener sentido de humanidad significa no ser indiferente al sufrimiento de otros y asumir que todos compartimos un destino común.
¡Por la Construcción de una Cultura de Paz!
