La realidad social de México saca a flote, a diario, un sistema político corrupto, donde los políticos caen en las redes del poder y del dinero. Este verano reveló los lujos de la clase política de MORENA, que resultó ser como la del PAN y la del PRI. Viajes, ropa, excesos, todo, fruto de las nuevas redes de corrupción que la 4T creó a la sombra de las adjudicaciones directas de las mega obras y de lo que ahora conocemos ya: el “huachicol fiscal” como mecanismo para financiar campañas políticas del partido en el poder en su alianza con el crimen. El PRI les heredó a MORENA sus mecanismos que por 71 años les mantuvo en el poder. Muchos de sus cuadros y dirigentes pasaron directos al nuevo régimen.

Hoy, los enormes casos de corrupción muestran, gracias a excelentes trabajos periodísticos, claros, los mecanismos con los que las mafias del régimen, extraen recursos públicos para inyectarlos a proyectos políticos de grupos, generando no solo inequidades en la contienda electoral para sostenerse en el poder, sino también privando a las mayorías de los beneficios de esos recursos. En Guanajuato, el legado de Diego Sinhué con sus ranchos, concesiones a empresarios y programas fallidos, reflejó también, que no fue ajeno al saqueo.

Pero ¿qué sucede a los seres humanos que se contagian de esta hambre de poder y de dinero? Erich Fromm, el gran psicólogo humanista en su libro “El corazón del hombre” plasma la naturaleza humana y nos da pistas para comprender y transformar esta realidad de la política mexicana. Considera que el origen de la sociedad occidental corrompida y deshecha por las luchas fraticidas y que nos dividen unos de otros, está en el “corazón del hombre”. La respuesta dice Fromm, está en cambiar el corazón del hombre por experiencias que le transformen desde la infancia y que el entorno se las siga proporcionando para que le acompañen toda la vida. Afirma que “En realidad, debemos de adquirir conocimiento para elegir el bien, pero ningún conocimiento nos ayudará si hemos perdido la capacidad de conmovernos con la desgracia de otro ser humano, con la mirada amistosa de otra persona, con el canto de un pájaro, con el verdor del césped. Si el ser humano se hace indiferente a la vida, no hay ya esperanza de que pueda elegir el bien.

Hoy sabemos de la corrupción en la obra pública con las redes de “Andy”. Eran los riesgos que están implícitos en el 90% de los contratos realizados por el gobierno del Presidente AMLO por adjudicación directa. La reforma judicial traerá aires nuevos en la impartición de justicia, con el riesgo de que los nuevos jueces puedan, también, probar las mieles del poder y los buenos sueldos, para olvidar el barro del que estamos hechos.  Hoy afloran gracias a periodistas y a ciudadanos, el estilo de vida y los negocios de los hijos de AMLO en la ahora famosa “casa gris” o en el exilio de su esposa, ahora nacionalizada española y viviendo en un exclusivo residencial de Madrid. Es también, el trabajo meticuloso de periodistas como “Mexicanos contra la corrupción y la impunidad” para que se descubran hechos y se den a conocer.

No alcanzó la Auditoría Superior de la Federación, ni los medios de comunicación, para seguir investigando cómo operó por décadas el engendro priista que devoraba sin piedad recursos públicos. Debieron ser periodistas independientes como “animal político”, “proceso”, Carmen Aristegui o nuestro periódico AM, los que, investigando el origen y el destino del dinero extraído, han podido publicar lo que por décadas seguramente estuvo oculto: el financiamiento de las campañas políticas, el pago de favores y la formación de “cochinitos” para los proyectos políticos personales. No han servido las Contralorías Internas nombradas por los propios titulares, ni las Fiscalías Especiales, ni las Auditorías Superiores. La maldad, la perversidad, está en el corazón del ser humano.

Debieron caer muchos en esta lucha; lo mismo periodistas que legisladores que buscaron mejores leyes sobre transparencia; muchos debieron haber salido de los partidos políticos y otros denunciar anónimamente el saqueo. Esto implica reconstruir nuestro esquema de valores, así como de ejemplos y cumplimiento de la ley, para que los gobernantes y la sociedad regresen a reconstruir el tejido social partiendo del origen: el corazón del hombre.

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