Nunca ves la mano que roba pero sí la que gasta

G. Borrego

La empresa es grande y tiene negocios en todo el mundo, a pesar de su fundación en 1965, ha crecido a un ritmo sorprendente. Comenzó con una producción de 10 mil millones de dólares, hoy llega a más de 540 mil millones. Ha sido un largo camino de ahorro y sacrificio pero su éxito hizo posible que su capital de trabajo disponible sea más de un billón de dólares (un millón de millones de dólares). 

Hace un año contrató a un nuevo líder, con amplia experiencia en el negocio; tiene estudios de economía en la Universidad de Madison en Wisconsin y una maestría en administración de Harvard. Su salario es de 1.6 millones de dólares anuales, un ingreso que resulta bajo comparado con funcionarios de instituciones de su tamaño, pero muy superior al de sus pares en todo el mundo. 
Su capacidad quedó demostrada cuando llegó la pandemia. Lideró a su gente para tener uno de los menores índices de mortalidad en su organización, por cierto, la quinta más baja del mundo. Además la recuperación de su producción fue ejemplar en los últimos cuatro años. El mérito de este nuevo ejecutivo es su profundo conocimiento del negocio, experiencia y buenos resultados en puestos anteriores; tiene la humanidad y empatía de los mejores líderes. 

Su nombre es Lawrence Wong y la empresa para la que trabaja se llama Singapur. Su cargo, aunque es parecido al de un CEO, es el de Primer Ministro. Ningún otro líder político en el mundo tiene un mejor sueldo que él, ni siquiera Donald Trump. Quienes le siguen son John Lee de Hong Kong, con 700 mil dólares y Karen Keller-Sutter de Suiza con 600 mil. 

En México la Presidenta Claudia Sheinbaum gana 191 mil pesos brutos y unos 133 mil pesos netos al mes, unos 100 mil dólares brutos al año y 70 mil netos. La presidenta administra un país que produce 1.8 billones de dólares. Su sueldo, aún con las prestaciones de vivir en un palacio y tener cientos de personas a su servicio personal, es ridículo para la responsabilidad. 

En México, en teoría, ningún funcionario público ni juez ni legislador puede ganar más que ella. Todos sabemos que eso no existe. El presidente López Obrador quiso dorar la píldora al electorado haciendo creer que los secretarios de estado, gobernadores, senadores, alcaldes y diputados deberían ajustarse. Para él, el mérito, la competencia y la capacidad no eran importantes. Lo importante era la lealtad.

Decía Lee Kuan Yew, el fundador de Singapur, que él era el líder mejor pagado del mundo pero cualquier presidente latinoamericano era más rico y tenía muchas veces más dinero, Maduro es un buen ejemplo. 

No podemos ser ciegos a la realidad: en México los puestos públicos sirven para el enriquecimiento de la mayoría de quienes los ejercen. Son muy pocos los que no meten mano al presupuesto. La mejor muestra fue el presente verano con los “paseos” de los líderes de Morena, comenzando por Andy López Beltran, quien viajó a Japón. Qué decir de Miguel Ángel Yunes, Mario Delgado, Gerardo Fernández Noroña  y Ricardo Monreal. Todos ellos deben tener fortunas verdaderas. Su sueldo es solo una “caja chica”. La ficción es del conocimiento universal. 

 

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