“Mi casa es tu casa”.
Frase usual de los renteros de Airbnb
La idea de aprovechar los espacios que no se usan en algunos departamentos o casas durante temporadas pico de turismo es una genialidad. La empresa que aprovechó el internet para conectar a anfitriones y huéspedes hoy vale 75 mil millones de dólares. Es una de las historias de éxito que metieron a otros sitios de reservas en el negocio. Booking, Tripadvisor y negocios más pequeños, casi familiares, encontraron una veta cuyo mercado anual es de 183 mil millones de dólares, según la revista especializada Skift.
El problema es que, mientras para muchos es un buen ingreso, para las ciudades turísticas resulta un problema serio. Barcelona, Ámsterdam, CDMX, Nueva York o Berlín, ponen reglas que gobiernan las rentas entre particulares a través de plataformas como Airbnb. Ciudades de altísimo turismo vieron como la atracción de estancias de corto plazo se multiplicaban.
El fenómeno hizo que el valor de las propiedades subiera. Ahora es más negocio rentar una casa a turistas que a los habitantes de la ciudad. Otro fenómeno fue una competencia desleal con la hostelería tradicional. Mientras un departamento o una casa requiere poco personal de atención -si es que lo tienen- los hoteles deben contar con todo un staff.
Desde hace algunos años, Barcelona lidera la embestida en contra de las rentas de corto plazo. La ciudad tiene 15 millones de visitantes, tantos que los lugareños están cansados de ver que todo se llena, los precios suben y la tradicional tranquilidad se pierde. Casas de “co-living”, convierten cada habitación en un cuarto de hotel. Se estima que el precio de las rentas subió un 14 % tan solo en el 2024.
Barcelona tiene una población de 1.7 millones, casi la misma que León, sin embargo, recibe nueve veces sus habitantes. En promedio, todos los días llega o zarpa un crucero desde su puerto. Para defenderse de la “invasión”, algunas personas usan pistolas de agua para mojar a comensales en restaurantes abiertos; los abuchean y gritan que “no quieren más turistas”. Son “anfitriones hostiles”.
Cataluña está en camino de apretar más y más a quienes rentan. Vigilancia, multas y presión fiscal ayudan. Hace algunos años, cuando empezó la presión social, pensábamos que exageraban. El turismo es un gran negocio en España y más en Barcelona, sin embargo, la moneda tiene dos caras.
En San Miguel Allende, por ejemplo, hay tantas o más ofertas de habitaciones de casas y departamentos que de hoteles formales. La mayoría de quienes rentan sus espacios pagan comisión a la plataforma, pero no tienen los mismos requisitos de impuestos, pago y prestaciones sociales de sus empleados e impuestos como el IVA y el ISR. Las casas en San Miguel son las más caras de todo el estado y el municipio cobra los traslados de dominio al doble o al triple de otras ciudades. La atracción turística logra que los precios sean del doble o el triple que en León, por ejemplo. El problema de las estancias cortas es uno de equidad fiscal, laboral y de la propia industria. Digamos que Airbnb promovió la informalidad en ese negocio, aunque ahora esté dispuesto a reportar todo lo que factura.
Para el estado no debe ser un gran problema gobernar el nuevo negocio. Puede aprender de otras ciudades, intercambiar experiencias y poner un piso parejo para quienes compiten. Los hoteleros deben luchar por lograrlo.
