Los escándalos sexuales del presidente Trump no dejan de sorprender: ahora, se desvelan informes de interminables francachelas con las modelos de ropa íntima, Victoria’s  Secret, en la isla privada de su examigo Epstein: “La Isla de la Fantasía”.

Desde tiempos inmemoriales, la política y el poder han estado íntimamente ligadas al deseo, al erotismo, a la euforia y al extravió de lo que convencionalmente llamamos realidad: la locura que produce el poder. Los relatos de locuras, amoríos y escándalos sexuales han llenado páginas enteras de periódicos.

La política produce ciertas sustancias químicas que alteran el comportamiento: el poder seduce, excita, desubica. Genera una vitalidad que se canaliza en relaciones amorosas y extravagancias. Los casos son innumerables, empezando por Donald Trump, que arrastra un historial de amores lascivos y acusaciones que van de lo romántico hasta lo burdo de hacerle el amor a una mujer dentro del vestidor de una tienda.

En Italia, Silvio Berlusconi convirtió la tercera etapa de su vida en un carnaval erótico. A los 76 años, fue llamado ante un juez para explicar sus relaciones con una menor de edad. Lejos de ocultarse, Berlusconi presumió que su vida amorosa le daba “¡salud y felicidad!”. En Francia, el expresidente François Mitterrand mantuvo una larga relación con una joven estudiante con la que tuvo una hija fuera del matrimonio, sin que esto afectara su carrera. En el Reino Unido, la tragedia amorosa del príncipe Carlos, Diana y Camila Parker aún resuena en la memoria colectiva.

Los Estados Unidos también ha albergado a sus donjuanes. Bill Clinton fue sometido a juicio político tras su relación con Mónica Lewinsky. Antes que él, John F. Kennedy mantuvo relaciones con famosas estrellas, Marilyn Monroe entre otras; mientras, Ronald Reagan también tuvo sus aventuras sentimentales discretamente ignoradas por la opinión pública.

 En América Latina y el Caribe, ni que hablar. Sin excepción, todos los dictadores latinoamericanos tuvieron grandes aventuras de torrentosos amoríos. ¿Y qué decir de México? La política nacional también ha estado aderezada por célebres romances: Miguel Alemán Valdés con María Félix; Adolfo López Mateos con Fanny Cano, reina de la UNAM; Gustavo Díaz Ordaz con “La Tigresa”; José López Portillo con Rosa Luz Alegría y, más tarde, con Sasha Montenegro, de quien se quejaría por los arañazos que le propinaba. 

También, Salinas de Gortari tuvo su cálido romance con Paula Gerard, asesora en Economía…Y hasta el persignado de Gobernación, Santiago Creel que, entre rezos y jaculatorias, embarazó a la actriz Edith González. “El amor revitaliza”, decía Berlusconi… Todo esto alimentaba la imaginación con picardía del pueblo, que se veía reflejado en las mismas pasiones del “señor Presidente”.

En lo doméstico, hubo figuras como Torres Landa, Enrique Velasco, Vicente Fox y Ricardo Sheffield, entre otros, que encontraron en el éxtasis del poder nuevamente los efluvios del amor. 

Otro escándalo fue el de Dominique Strauss-Kahn, entonces director del Fondo Monetario, quien fue arrestado en Nueva York tras violar a una camarera de hotel. La periodista Tristane Banon, otra de sus presuntas víctimas, lo describió sin rodeos: “Se comportaba como un chimpancé en celo”.

Decía Henry Kissinger que el poder “es el mayor afrodisíaco”. El político vive en un entorno de constante validación: aplausos, cámaras, competencia, halagos, reverencias. Esta euforia estimula su narcisismo y alimenta su deseo. 

Es un dopaje hormonal, un circuito bioquímico de recompensa: dopamina, testosterona y serotonina… dicen expertos. Y aunque al exgobernador Diego nunca se le supieron deslices amorosos, el poder lo afectó real y definitivamente distorsionando su realidad que, a la vez, desdobló su personalidad de  un modesto regidor provinciano, pasó a creerse un potentado empresario ganadero tejano, al estilo de Kevin Costner en la serie “Yellowstone”.  No se trató solo del deseo ilimitado, sino de una embriaguez cerebral de seis años que lo trastornó y alucinó con poderlo todo.  

Por eso, tantos aspirantes, solo saben voltear para arriba para ver el palo más alto y discurrir como se van a trepar a la cima del poder… En la selva de la política en México, existen algunos políticos que violan a la sociedad, como chimpancés en celo, han perdido el encanto de la seducción que podría ser atenuante a sus engaños. Ahora, con cinismo ramplón, agreden, roban, mienten e incumplen vulgarmente sus obligaciones. 

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