La incertidumbre que provoca Trump con amenazas arancelarias y falta de reglas claras condena al país a un riesgoso estancamiento.2
Lo bueno es que no hubo nada malo, pero lo malo es que tampoco hubo nada bueno. Continuará la zozobra, la incertidumbre, la duda… por lo menos unos 90 días más. Esto, tras el acuerdo telefónico logrado por la Presidenta y el Sr. Trump.
Pero, mientras tanto, siguen vigentes los aranceles previos: a los automóviles, autopartes, aluminio y un 50 % al cobre. Patearon la lata tres metros hacia adelante, pero no se puede afirmar que haya habido avances, a menos que el simple hecho de no retroceder se considere un avance.
En su propia red social, Trump anunció un impuesto “al fentanilo” del 25 %, aplicado a productos no incluidos en el T-MEC; suponemos que se refiere a que ese impuesto es porque México no ha logrado frenar el flujo de ese narcótico hacia Estados Unidos.
Si buscamos el lado “positivo”, habrá que leer la parte donde Trump afirma que mientras más se conocen y entienden, la relación ha mejorado. Sin duda, la estrategia de la Presidenta de no intercambiar jabs le está funcionando, desde el punto de vista de que, por lo menos ahora, no nos tundieron a palos.
Pero nada positivo resulta el compás de espera que podría prolongarse hasta el año que entra, lo que representa un golpe a la planeación empresarial y a la inversión. En un clima de incertidumbre nadie puede determinar qué se puede -o no se puede- hacer que tenga sentido económico o financiero. Esto impactará nuestro de por sí mediocre crecimiento económico.
Algunos expertos consideran que patear la lata es una estrategia de Mr. Trump para forzar una renegociación temprana del T-MEC. Si esto es así, no crean que beneficiaría a México.
Adelantar la renegociación sería para “corregir” con aranceles los rubros en los que cree que nuestro País se ha aprovechado, como el automotriz. Recordemos que el señor ha repetido su deseo de que las plantas automotrices que dejaron EU para aprovechar las condiciones laborales más amables en México regresen a su país.
Irónicamente, tras esta pausa incierta de tres meses, vendrá otra igual de inquietante, en la que el tema de la renegociación acaparará el panorama e incluso podría prolongar la incertidumbre. Dista esto de ser una situación ideal para nuestro País, y menos aún para el Gobierno de Sheinbaum, que quizá piense que la ha librado, cuando posiblemente sea apenas el principio de una ríspida negociación, con enorme cantidad de decisiones difíciles.
Bien sabido es que Mr. Trump es una persona muy impredecible, a quien nunca le faltan pretextos para desatar su ira y convertirla en una cadena de exigencias: una más descabellada que la otra, pero todas encaminadas a que sólo sus chicharrones truenen.
Habrá quienes estén gozosos porque el cataclismo que se esperaba para el día primero se evitó en el muy corto plazo. El problema grave es que lo inevitable sólo se pospuso, no se evitó, por tanto, la situación de México -objetivamente hablando- sigue siendo la misma que padecíamos antes de la última llamada.
Queremos dejar claro que de esta situación no culpamos ni a la Presidenta ni al Secretario de Economía, Ebrard, para nada. Todos los mexicanos somos víctimas -de una u otra manera- de los vaivenes de Mr. Trump, de su paranoia antiinmigrante y antimexicana, así como de su obsesión por restaurar a Estados Unidos un poderío manufacturero que perdió por no poder competir a nivel global.
Por eso, a toda costa, busca erigir otro muro: uno de proteccionismo arancelario, pensando que con eso retornará el esplendor de la manufactura estadounidense. Deja fuera de su ecuación al consumidor, por supuesto, inclinando la economía norteamericana hacia la inflación, la pérdida de empleos y, eventualmente, una recesión.
Nadie le puede hacer entender lo anterior a este señor, de modo que ni intentarlo debemos. Tristemente -y lo demostró la Presidenta- la única manera de llevarlo a otro campo es toreándolo, tal como lo han venido haciendo, pero con especial atención a complacerlo en el combate a los cárteles. Sin esta carta, mejor ni jueguen.
