La ejecución correcta de un procedimiento o la presencia de infraestructura adecuada, no son las únicas variables que definen la calidad en salud. Este concepto, el de calidad de la atención sanitaria, en su definición integral, implica que los servicios de salud sean efectivos, seguros, oportunos, equitativos, centrados en la persona y, algo fundamental: accesibles y disponibles. 

La accesibilidad y la disponibilidad de insumos esenciales como vacunas, medicamentos, entre otros, son condiciones fundamentales para que el derecho a la salud pueda ejercerse con dignidad y seguridad. Cuando una persona con cáncer no puede iniciar su tratamiento porque no hay medicamentos oncológicos o cuando un recién nacido no recibe sus vacunas por falta de abasto, estamos ante un fallo estructural que compromete la salud, la vida y la confianza en el sistema. No vale en absoluto cuán capacitado esté el personal, cuán acreditado esté un hospital o qué modelo se siga en el expediente clínico. De manera categórica: si el paciente no recibe lo que necesita, el sistema ha fallado.

La seguridad del paciente también se ve comprometida por la falta de disponibilidad. El no contar con el tratamiento indicado genera retrasos, uso de alternativas menos efectivas o decisiones clínicas que podrían poner en riesgo a las personas. En el caso de las vacunas, el impacto se extiende incluso a quienes no han nacido aún, pues las coberturas bajas aumentan el riesgo de brotes epidémicos y erosionan los logros alcanzados por la salud pública en décadas.

Desde la perspectiva de la equidad, la falta de accesibilidad se convierte en una forma de exclusión. Los más pobres, quienes suelen depender exclusivamente del sistema público, son los primeros y más severamente afectados. La “espera” no es igual para todos, pues mientras unos pueden acudir al sector privado o comprar un medicamento, otros simplemente se resignan a enfermar o lamentablemente morir.

Ante este panorama, las autoridades han ofrecido explicaciones que merecen un análisis a fondo. Se ha señalado que “hubo alteraciones en la cadena de suministro global” o que “en otros países están igual o peor”. Si bien es cierto que los sistemas sanitarios enfrentan desafíos comunes, en particular desde la pandemia de COVID-19, no todos reaccionan igual. Los países que planifican con visión, invierten con oportunidad y aseguran márgenes operativos, no dejan a su población sin vacunas esenciales ni terapias oncológicas, por mencionar algunos insumos.

Algo importante a mencionar es ese argumento de que “otros también están igual”, pues esto revela una peligrosa tendencia a normalizar la insuficiencia. No se puede justificar el desabasto estructural con comparaciones, ni con una resignación pasiva frente a los problemas logísticos. En salud, la oportunidad salva vidas. La ausencia prolongada de tratamientos no puede explicarse simplemente como una “demora ajena a nuestra voluntad”, pues realmente es una falla ética, política y técnica. Un sistema que no garantiza la disponibilidad de sus intervenciones esenciales no puede auto calificarse como “de calidad”.

De igual manera, es necesario distinguir entre un retraso extraordinario y una ausencia crónica. En muchos casos, los problemas de abasto en México no son puntuales sino recurrentes y reflejan fallos acumulados en los procesos de compra, distribución, planeación y transparencia. Culpar únicamente a factores externos invisibiliza la responsabilidad local de anticipar riesgos y garantizar soluciones.

La calidad en salud es, ante todo, una promesa para ser cumplida al paciente: recibir atención efectiva, segura, oportuna y justa. Y esa promesa se rompe cuando se racionaliza, normaliza o incluso se justifica la escasez. La disponibilidad oportuna de vacunas y medicamentos no es un lujo, es un pilar irrenunciable de la atención digna y segura. Sin ella, hablar de calidad es apenas un discurso, no una realidad.

Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor universitario y promotor de la donación voluntaria de sangre.

 

RAA

 

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