Eran las 10 de la noche en un pueblo del Medio Oeste en Estados Unidos. La mayoría de los restaurantes estaban cerrados. Quedaba el “Buffalo Wild Wings”, una franquicia especializada en alitas como la que está en el bulevar Juan Manuel López Sanabria en León. Era el único lugar que cerraba a las 11 P.M. En el local había unas 3 mesas ocupadas. 

Pantallas grandes y pequeñas exhiben múltiples partidos de diferentes deportes; brillan y hablan al vacío en un día cualquiera entre semana. Llegamos, nadie nos guía para sentarnos y nadie nos saluda al entrar. Los menús están sobre las mesas con una gran fotografía de la cerveza de Blue Moon en su portada. Sedientos, esperamos que alguien nos atienda. Pasan más de 30 minutos cuando llega una chica que parece más preocupada en salir a descansar que en completar su jornada. Sonreímos para hacer el momento más amable. Toma la orden, pedimos algo bastante sencillo: unas alitas en barbacoa, un sandwich de pollo frito y dos Blue Moon gigantes. 

Tenemos que esperar otra media hora para que llegue el pedido, casi a las 11 P.M. al cierre del restaurante. La sensación era extraña, no había empleados, ni siquiera para atender tres mesas y dos personas que estaban en la barra, más dedicados a beber que a comer. 

En Estados Unidos comienzan los estragos en las empresas porque no hay gente que quiera trabajar. Los mexicanos y centroamericanos sin papeles viven en pánico y no salen de sus casas, no por temor al desempleo, sino algo peor: a perder a la familia. 

El New York Times publica un artículo extraordinario sobre lo que le sucedió a una empacadora de carne cuando los del ICE llegaron y sorprendieron a más de 70 empleados con documentos falsos de trabajo. Narra que una pareja llegada a EU hace 24 años es separada de sus hijos que nacieron ahí y son ciudadanos estadounidenses. A la mamá la llevaron a un centro de detención, imposibilitada de salir bajo fianza, nos recuerda de alguna forma los campos de concentración que usaron durante la Segunda Guerra Mundial para separar a los descendientes de japoneses. 

En la Florida, construyen una cárcel de alta seguridad a la que llaman el “Alcatraz de los Caimanes”. Es un islote entre pantanos con una pista de aterrizaje donde concentran los migrantes detenidos. Según reportes, los inmovilizan con esposas en pies y manos, como si fueran delincuentes de alta peligrosidad, aunque el motivo subyacente es la humillación, la muestra de poder que recuerda la inhumanidad de la Gestapo. El delito: ayudar a los EU a construir su prosperidad con jornadas de hasta 60 horas de trabajo, en faenas que sus ciudadanos no quieren hacer, como recoger cosechas, destazar reses, podar los jardines y hacer la limpieza de casas y empresas. 

En el futuro cercano, la población de Estados Unidos comenzará a disminuir si no hay inmigración. En 2033 morirán más de los que nacen. 

Al contrario de lo que se piensa, la necesidad de trabajadores crecerá con la complejidad de nuevas industrias y servicios. Ni robots, ni máquinas suplirán a los cuidadores de ancianos, ni a las enfermeras que escasean. Cada día se jubilan 10 mil personas. Los “baby boomers” necesitarán suplentes, necesitarán cuidados especiales porque su esperanza de vida se prolonga. 

Lo lamentable es la deshumanización, el maltrato y la xenofobia contra los latinos de un EU que hoy desconocemos.

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