Enemiga de la humanidad desde sus orígenes, el hambre ha sido una compañera casi inseparable. En su Biografía del hambre, Amelie Nothomb execra los habitantes de la isla de Vanuatu, un archipiélago en Oceanía, porque no saben qué significa el hambre. Forjadora de las grandes civilizaciones, para ella es imposible pensar en la búsqueda y la imaginación de nuestra especie sin el acicate del estómago vacío, reflexiona.
Knut Hamson, en su novela Hambre, describe en varios pasajes las sensaciones de sus años como artista mendicante: “No tenía fuerzas ni para llorar. En el límite de la tortura, permanecía allá sin oír ni entender nada, inmóvil y hambriento. Me ardía el pecho, produciéndome un escozor muy doloroso. Masticar virutas ya no me servía de nada; mis mandíbulas estaban cansadas de aquel trabajo estéril, y las dejé en reposo. Me di las gracias. Por otra parte, una cáscara de naranja que había cogido del suelo y empezado a masticar me produjo náuseas. Estaba enfermo.”
En su ensayo de 2015, Homo Deus, Noah Yuval Harari, afirma que ese viejo enemigo, junto a sus compañeros la guerra y la peste, han sido doblegados en nuestra época. Hay alimentos de sobra para toda la humanidad, muere mucha más gente en el planeta por causas asociadas al exceso de comida que de inanición. Así como podemos señalar con absoluta claridad las causas de una guerra, o el lugar de nacimiento, los vectores y causantes de una epidemia, es posible alimentar a personas con necesidad en cualquier lugar del mundo con una velocidad sin precedentes. Lo afirmaba, con los datos empíricos en la mano, un erudito israelí sin pensar que en estos momentos su estado, en medio de la opulencia, condena de hambre a dos millones de personas en la franja de Gaza.
El horror que se ha vivido en esa porción de la tierra desde el 7 de octubre de 2023 ha alcanzado una cota imposible de soslayar. “Las dimensiones de la guerra en Gaza desbordan el debate jurídico sobre los delitos cometidos… tanto por parte de Hamás como de Israel.” Comentaba Lluís Bassets en un lúcido artículo en el diario el País, donde denuncia el intento de crear un ghetto en Rafah para 600.000 gazatíes y los más de 800 asesinatos en las colas de espera para el reparto de alimentos.
A pesar de los intentos de censura por parte del estado de Israel, las imágenes de la población hambrienta y desesperada están a la vista de todos. La relatora especial de la ONU para los Territorios Ocupados de Palestina, Francesca Albanese, lo ha dicho con todas sus letras: en Gaza se comete un genocidio, “Israel comete crímenes como respira. La única manera de proteger no solo a los palestinos, sino también a los israelíes, es detenerlo. Es una amenaza para la paz y la seguridad.”
De los más de 57.000 gazatíes muertos por los bombardeos y la máquina de guerra, de los cuales 17.000 eran menores de edad, se suma el hambre como una arma oprobiosa. En los primeros 24 días de julio han muerto 48 personas de inanición, de las 113 registradas por el ministerio de sanidad gazatí. La Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) reveló el miércoles en un informe que la malnutrición aguda se propaga entre los menores de cinco años. 16% de los niños la sufre en la ciudad de Gaza.
La carestía de alimentos, que podrían llegar a raudales para paliar el hambre y evitar las epidemias que siguen a la desnutrición, se ha convertido en el más perverso recurso para rendir a esta Numancia del siglo XXI. Los planes de crear una ribera gazatí tipo Mar-a-Lago donde ahora se busca exterminar o deportar a la población asentada desde hace siglos, son tan insultantes como ver a los descendientes de las víctimas del holocausto convertidos en verdugos impunes.
La muerte por inanición no es instantánea: es lenta, dolorosa y progresiva, y representa una de las formas más severas de sufrimiento humano. Hablar de ello y denunciarlo no es antisemitismo, ni mucho menos apología del terror: quien no se conmueva ante el dolor del pueblo palestino, orillado a la inanición, sencillamente ha perdido su capacidad para ser humano.
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