El valor de la amistad es uno de los más profundos y enriquecedores en la vida humana. La amistad no solo nos acompaña, sino que nos transforma, nos sostiene y nos enseña a ser mejores personas a través del vínculo genuino con otros.

La amistad verdadera es una relación basada en la confianza, el respeto, el afecto y la lealtad, sin intereses egoístas. Va más allá del tiempo, las circunstancias o las diferencias, y se nutre del cuidado mutuo, la escucha y la sinceridad.

El 30 de julio se celebra en todo el mundo el Día Internacional de la Amistad, en honor a ese sentimiento desinteresado que es capaz de unir a personas muy diferentes, romper fronteras y tender lazos de solidaridad. Es tan poderoso por su naturaleza misma de bondad e incondicionalidad. El objetivo de la ONU es transmitir este sentimiento como una herramienta para conseguir la paz, acabar con la violencia y la pobreza, contribuyendo a una sociedad más justa y sostenible. En definitiva, que haya armonía dentro de los pueblos y entre ellos.

El valor de la amistad es muy importante porque la amistad humaniza la vida: nos hace sentir vistos, escuchados y acompañados. Ayuda a construir una salud emocional más fuerte. Nos enseña a salir de nosotros mismos, a compartir, perdonar y crecer. Da sentido a la existencia en momentos de alegría y también de dolor. Es una forma de amor no posesivo y libre, basada en el deseo de bien para el otro.

El valor de la amistad no está solo en tener compañía, sino en vivir la experiencia de amar y ser amado sin condiciones. En tiempos difíciles, la amistad es refugio; en tiempos felices, es celebración compartida. Y siempre, es una escuela silenciosa de humanidad.

Ante todas las vicisitudes que atentan contra la paz, la seguridad y la armonía entre los pueblos del mundo es necesario fomentar la solidaridad. Una de las mejores formas de manifestación es la amistad.

Las amistades son las personas que elegimos para compartir y pasar tiempo de ocio. Nos escuchan, nos reímos y compartimos actividades que nos gustan. Confiamos en ellas para contar nuestras alegrías y nuestras penas. Y siempre están ahí cuando les necesitamos. 

Practicar la amistad en tiempos de crisis —cuando hay incertidumbre, dolor, distancia o angustia— no solo es posible, sino más necesaria que nunca. En esos momentos, los lazos genuinos se ponen a prueba y también se fortalecen.

Estar presente, incluso en silencio No siempre se necesitan palabras. A veces, estar disponible emocionalmente es suficiente. Un mensaje, una llamada breve o simplemente preguntar: “¿Cómo estás hoy?” puede hacer la diferencia

Escuchar sin juzgar. En la crisis, todos reaccionamos de formas distintas: enojo, tristeza, miedo o silencio. Escuchar con empatía y sin tratar de dar consejos forzados demuestra respeto y amor.

Practicar la comprensión y la paciencia Tu amigo (a) puede no responder como antes, puede estar ausente o distante. La amistad verdadera da espacio sin cortar el vínculo. No todo se trata de ti: a veces el otro está simplemente tratando de sobrevivir emocionalmente.

Perdonar y soltar malentendidos. La crisis puede generar tensiones. A veces uno lastima sin querer. Ser amigo (a) también es saber perdonar a tiempo y no cargar con resentimientos innecesarios. Cultivar la esperanza juntos: Compartir lecturas, música, arte, espiritualidad o simplemente momentos de paz. En la oscuridad, las amistades pueden ser faros que no resuelven todo, pero iluminan lo suficiente para dar el siguiente paso

Practicar la amistad en tiempos de crisis es elegir el amor por encima del ego, la presencia sobre el juicio, y la solidaridad sobre el aislamiento. La amistad no necesita ser perfecta, sino auténtica y constante.

“La amistad duplica las alegrías y divide las penas.”
“Quien tiene una amistad verdadera, tiene un tesoro invisible.”

 

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