Acabó la telenovela del litigio entre el Gobierno estatal y las cúpulas empresariales por el fondo que se llamó FIDESSEG para el apoyo a la infraestructura social. En este espacio desde el 2019, expresé mis puntos de vista sobre la no conveniencia de que los empresarios, -por más adinerados que fueran y por más acuerdos que hubieran tenido con el Gobernador Diego Sinhue-, no podían disponer, sin escrutinio público, de recursos provenientes de impuestos. Soy de los que piensa que nadie tiene supremacía racial, económica o moral para tomar por encima de los demás, decisiones sobre los bienes que son públicos, pues provienen de los impuestos. Se acabó así, con un experimento de buenas intenciones. Era inminente que se extinguiera. El litigio fue una batalla que se prolongaría por más tiempo y solo detenía la aplicación de recursos que están destinados a la gente y no a las instituciones intermedias.
Se abre con el acuerdo, la posibilidad de democratizar el beneficio de los impuestos, para que sean más OSC y más beneficiarios, quienes reciban los recursos públicos. Prolongar el litigio no convenía a nadie. Desgastaba a todos y se prolongaría más tiempo. Las OSC, las Organizaciones de la Sociedad Civil, no pueden, no deben, estar acostumbradas al confort de recibir recursos públicos para sobrevivir.
En la historia del México moderno, éstas nacen desde iniciativas empresariales, sociales y de las iglesias, para legítimamente ayudar a los sectores más vulnerables, pero no, para vivir de los impuestos. Se tiene que regresar al origen, en que, sin tener intereses políticos, económicos o de grupos, las asociaciones civiles, retomen la realidad de sobrevivir con ingresos propios, con redes de solidaridad, con eventos de recaudación y también, como complemento, por concurso de proyectos en fondos públicos y privados.
‘Tocando corazones’, el programa que anunció la Gobernadora, sustituye al extinto FIDESSEG y es una excelente iniciativa para que se den los equilibrios entre el poder económico y el poder político electo, para decidir sobre el destino de los recursos del impuesto cedular que pagamos los empresarios. Permitirá democratizar decisiones y beneficios, para que ahora, beneficie a las OSC pequeñas, a las jóvenes y a los grupos organizados. Elimina las intermediaciones de Fundaciones que no deberían haber existido (en realidad deberían existir para aportar recursos, no para usarlos), pues la Constitución Política del País, solo otorga esa facultad a las autoridades electas.
La iniciativa “Tocando corazones”, permitirá ahora transparentar las propuestas de apoyos que hagan las OSC y también, que sean evaluadas por comités de expertos independientes, sin conflicto de intereses. Además, vienen tiempos complicados, en el 2027 en que el Congreso del Estado cambiará sus equilibrios y en que las mayorías exigen mayor participación en las tomas de decisiones.
Ya no son tiempos en que el solo hecho de tener poder económico, faculte para decidir por los demás. Y es que se habían roto temporalmente, los puentes entre estos dos aliados naturales que han sido las cúpulas empresariales y el gobierno panista, ambos, ante la cercana mayoría morenista en los espacios políticos del Bajío.
Por eso, celebro que el Gobierno del estado tenga todo listo para que esos impuestos liderados por ellos como autoridades electas, para que se apliquen preponderantemente al pueblo y no a la administración de las OSC. La verdad es que vivimos tiempos nuevos. La democracia directa, la elección de jueces, la aplicación de apoyos sociales directa al ciudadano, la inminente reforma electoral donde los Consejeros Electorales seamos electos por el pueblo y en que la sociedad pide que haya más equidad en las oportunidades. Deben venir tiempos buenos para nuestra región, que vive en esta desaceleración económica por el mundo en la batalla de los aranceles.
Se deberá incrementar la filantropía de empresas y sociedad, para que reduzcamos las enormes brechas entre ricos y pobres, donde las OSC tienen un papel fundamental. Somos una sociedad polarizada en ideologías, es cierto, pero más, en las desigualdades sociales que claman al cielo.
