Había una vez un corazón sin altas pretensiones, que albergaba dentro de sí moléculas de cielo, que se diferenciaba de los demás por su gran generosidad, que primordialmente es la función que se le dio, obsequiarse por entero. Y aunque anatómicamente todos bombean sangre y resultan parecidos, el tuyo era y sigue siendo un corazón especialmente bueno.

A la distancia solo quedan rendijas para tornar, porque así son las remembranzas, explosiones de ternura, nubes viajeras, fuegos artificiales que iluminan la noche, afirmaciones que aseveran mi valía. Porque hubo un tiempo en que tenía conmigo tu espejo para mirarme de cuerpo entero, y así aprendí a observarme con la aceptación de tus pupilas, a arrullarme con el latido generoso que me acompasaba sonoro, hasta que finalmente dormía con las promesas de tu corazón ajeno.

Te escribiste en mi piel y en mi mirada, grabé su sonido sin darme cuenta a base de repeticiones y se hizo uno en mí. Así pues, a la distancia, cierro mis ojos para seguirlo escuchando, porque no hay nada más grande que replicar su sonido, una campana, un diapasón que resuena, a veces quedo, a veces recio, que comprueba, clama y certifica; te quiero, te cuido, estoy contigo, no tengas miedo.

Viendo las cosas así, soy un ser duplicado con dos corazones en mi cuerpo, el tuyo, por gracia, fungió de relevo cuando me sentí vencida alentándome a proseguir, y una vez en pie, dirigió mi marcha el eco de sus latidos. Llevo adheridos e intrínsecos tus juramentos, las promesas que me hiciste, para restablecer el orden que me reafirma en el mundo, asegurándome que el amor no se extingue como una llamarada de gas, pues lleva consigo el girar de la tierra, el bullicio del magma de su centro, incandescente y vivo. Así soy yo con tu corazón, muy similar a ese planeta.

Es probable que tú lo ignores porque el tiempo empolva, adormece e invalida, pero al volver la vista atrás, todo es diferente y cobra nuevo sentido, o más bien, retoma y vuelves a ocupar el sitio que sentías perdido. No sé qué pienses tú, probablemente creas que te miro a través de las rendijas, como algo que fue y quedó en el olvido, que el espejo se rompió y ya no te refleja. Más eso es una mentira, porque soy una dualidad ya que nunca te fuiste, tan solo te quedaste conmigo.

Existió hace tiempo un noble corazón que sigue latiendo en el mío.

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