No es en garrafones de 5 litros, ni siquiera en tambos de 200 litros: son buques tanque y vagones de ferrocarril enteros en los que el huachicol se contrabandea en México.

El aseguramiento de 129 vagones tanque de ferrocarril con 15 millones de litros de huachicol en Coahuila pone de manifiesto que la Presidenta y su mano derecha en seguridad, Omar García Harfuch, se muestran decididos a terminar con este robo masivo al erario.

El problema es que cada aseguramiento no resuelve el caso, sólo lo inicia. A los puertos -por ejemplo, Altamira- llega un buque tanque cargado de huachicol y, ante los ojos de todos, permanece varios días en el muelle mientras el huachicol es descargado en tractocamiones. ¿Acaso nadie se da cuenta?

Igualmente, el que se hayan incautado 129 vagones tanque en Coahuila motiva a preguntar cómo es posible que se dé una estafa en tan grande escala. Nuestras aduanas -o por lo menos los procedimientos en algunas de ellas- son un cedazo: forman parte de una cadena de encubrimiento masivo para lograr la escala de la estafa.

Es casi seguro que en esta bien organizada red de contrabando participan altos funcionarios de todo tipo. La Señora Presidenta apunta hacia los gasolineros: se nos antoja que apunta bajo. Seguramente, una buena parte del huachicol va a dar a los expendios de gasolina, pero en muchos casos se los entrega Pemex. De ahí la sospecha de que el negocio ilícito del huachicol -el cual el Cacique Tropical dijo que ya había acabado- conforma un sistema paralelo a Pemex en el que colaboran, forzados o voluntariamente, empleados de la paraestatal.

Da risa, y a la vez indigna, que “El Mono” Muñoz, a quien se imputa la operación de una red de huachicol, haya declarado que la Policía Estatal de Coahuila es la que le da “protección” al tráfico de combustible ilegal. Quiere decir que cualquiera menos ellos le servía de paraguas al contrabando. La protección de la que gozaba este individuo (a quien se detuvo previamente y se le dejó ir) proviene de lo más alto del poder cuatroteísta. Qué tan profundo quieren indagar la Presidenta y su Batman depende de ellos, pero a lo mejor abrigan temor, no de las consecuencias, sino de lo que pudieran encontrar.

Por ejemplo, alguien debe investigar: ¿qué tantas de las 571 pipas que compró el macuspeño al inicio de su Administración “para acabar con el huachicol” están al servicio legítimo de Pemex y cuántas, a lo mejor, han acabado al servicio de los contrabandistas? ¿Quién dispone así nomás de 129 vagones tanque de ferrocarril para contrabandear?

La cantidad decomisada impacta las finanzas de “nuestra” paraestatal, Pemex, y no duden que quizá sea parte de la razón por la que ésta se encuentra en quiebra y va a requerir el rescate directo, un “Pemexproa”. Peor aún, la Presidenta reconoció que Dos Bocas está parada: más de 20 mil millones de dólares en su construcción y cinco años metiéndole dinero para que no produzca nada.

Mientras, la responsable de esta debacle -la ex Secretaria de Energía Rocío Nahle- fue premiada con la Gubernatura de Veracruz y es una de las consentidas del régimen. Una nación que premia el fracaso y castiga el éxito se condena a sí misma a la ruina total: ¡nada funcionará en un país así! Y de hecho, nada -o casi nada- está funcionando bien en el nuestro.

La inversión es nula, el crecimiento económico más que mediocre, el déficit público a niveles preocupantes, el sistema jurídico no infunde confianza, el gasto corriente en aumento mientras el de la inversión productiva se contrae, la violencia se desboca generando zozobra, el Cacique Tropical sigue entrometiéndose en los asuntos de un sexenio que ya no le pertenece, obligando un enfoque que busca acrecentar la acumulación del poder para Morena, aunque sufra por ello todo México, descuidado y emproblemado como nunca.

La ecuación es simple, lo que es bueno para Morena no es bueno para México: requiere éste de buen gobierno, no de buena grilla.

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