Creo que sociedades enteras hemos normalizado la grosería como si fuera inevitable, la descortesía, como si fuera autenticidad y el “sálvese quien pueda” como si fuera realista y que han cultivado el cinismo como una forma de arte colectivo; sin embargo, las sociedades más prósperas y felices del mundo comparten un secreto que no aparece en las estadísticas económicas: es la tecnología social más poderosa que existe: el civismo que no es un lujo de sociedades avanzadas, es la herramienta que las hace avanzadas.  

Cada acto de cortesía es una inversión en el banco de confianza social. Cuando cedes el paso, cuando dices gracias, cuando recoges basura que no tiraste, estás depositando crédito en una cuenta comunitaria de la que todos podremos retirar. 

Las sociedades con alto civismo tienen menos criminalidad, más cooperación y mayor bienestar colectivo y no es casualidad es causa y efecto. Sin embargo, estamos viviendo una crisis de civismo disfrazada de normalidad: conductores que no respetan las señales y que además “hacen teatro” para demostrar que ellos son los más machos por ser los más acomplejados.

El civismo es una base fundamental para construir una cultura de paz, porque forma personas responsables, respetuosas, solidarias y comprometidas con el bienestar de los demás. A través del civismo, las personas aprenden a convivir en armonía, a respetar las reglas comunes y a resolver los conflictos sin violencia.

Fomenta el respeto y la tolerancia. También enseña a respetar ideas, culturas y formas de vida de los demás, lo cual reduce los conflictos y promueve la armonía social. Promueve el diálogo y la solución pacífica de conflictos En lugar de responder con violencia, el civismo impulsa el diálogo, la empatía y la búsqueda de acuerdos para resolver diferencias. Impulsa la participación ciudadana responsable. Una sociedad con ciudadanos cívicos participa en la vida pública, no permanece indiferente, cuida su entorno, respeta las leyes y colabora con el bien común.

La Nueva Escuela Mexicana sí enseña civismo, pero lo hace de manera más integral y vivencial, formando estudiantes que no solo conozcan sus derechos y deberes, sino que los practiquen para contribuir a una sociedad justa, incluyente y en paz. Es cuestión de que las y los docentes practiquen y muestren con el ejemplo lo que sólo de esta manera se puede enseñar.

El civismo no es perfección moral ni santidad social es inteligencia colectiva, práctica aplicada, es reconocer que vivimos juntos y que podemos hacer que esta convivencia sea agradable o miserable dependiendo de nuestras pequeñas acciones y decisiones diarias. Cada acto incívico es un virus que infecta al tejido social creando un ambiente donde la grosería el mal gusto y la mala educación se vuelve la norma y la cortesía y la amabilidad la excepción.

Los pequeños gestos que lubrican la vida en sociedad como sostener una puerta, decir perdón cuando chocas accidentalmente, agradecer al personal de servicio, ceder el asiento a quien lo necesita más, no bloquear pasillos ni escaleras mecánicas ni puertas donde entra y sale la gente, estas acciones microscópicas tan pequeñas crean un ambiente de consideración mutua. El civismo también existe online no insultes desde el anonimato no compartas información sin verificar, respeta opiniones diferentes sin atacar a las personas.

La paz no comienza en los gobiernos ni en los discursos, comienza en cada casa, en cada comida compartida, en cada abrazo, en cada palabra que da consuelo. Sembrar paz en la familia es sembrar esperanza para el mundo. Ahora he visto en las carreteras del Estado frases alusivas a este tema. Ojalá se pueda practicar.

Las sociedades que practican mejor el civismo son aquellas donde la ciudadanía está bien informada, participa activamente, respeta las normas comunes y promueve la convivencia pacífica y justa. No es una cuestión de perfección, pero sí de compromiso colectivo con el bien común.

Lo que tienen en común las sociedades reconocidas por sus altos niveles de civismo como Noruega, Japón, Finlandia, Uruguay, Canadá son: Educación cívica desde la infancia. Instituciones públicas confiables. Participación responsable. Cultura de respeto, orden y cooperación. Rechazo a la corrupción y la violencia.

El civismo no nace solo con leyes, nace en la conciencia y el corazón de las personas. Las sociedades que cultivan el civismo lo hacen en la escuela, en la familia y en la vida diaria.

 

¡Por la Construcción de una Cultura de Paz!

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