En el sector salud, las decisiones administrativas también pueden significar la diferencia entre la vida y la muerte, por ello, la figura del directivo ineficaz pero persuasivo, representa un riesgo mayúsculo. Esta afirmación representa a ese directivo que domina la imagen, oratoria y la política interna, pero carece de compromiso operativo, profundidad y capacidades técnicas y de ejecución. Es un perfil que convence, pero no transforma realidades y se dedica más bien a adornar los síntomas ignorando las causas, posponiendo soluciones reales bajo el velo de promesas, comités y discursos estratégicos carentes de sustancia.
Estos personajes prosperan en las organizaciones donde la evaluación del desempeño directivo no está basado en resultados objetivos y medibles, sino en percepciones: en lugar de resolver los problemas estructurales de un hospital, un laboratorio clínico o un banco de sangre, por citar ejemplos, estos directivos se enfocan en maquillar indicadores, ya sea implementando manuales que nadie usa, capacitaciones sin seguimiento de resultados o adopción de tecnología sin integración real. Con estas acciones generan esa ilusión de progreso, la cual es más peligrosa que el estancamiento, porque mantiene anestesiada la urgencia de un cambio.
En la asistencia clínica, estas figuras traducen sus decisiones tardías o erróneas, ya sea en la forma de procesos innecesarios, compra de tecnología inadecuada o sustitución de personal valioso por perfiles dóciles pero mediocres. El resultado de esto es la pérdida de competitividad, desperdicio de recursos y deterioro de la reputación institucional, en especial en mercados donde la calidad clínica y la trazabilidad son objetivos diferenciales. De igual manera, cuando el discurso de estos directivos se sobrepone a la evidencia de los operativos, se genera un clima harto tóxico que ahuyenta el talento y favorece el conformismo.
Sumado a lo anterior, se presentan comportamientos aún más críticos, puesto que la ineficiencia sostenida, encubierta por esos discursos políticamente correctos o alineados a una narrativa institucional, puede mantener durante años los servicios colapsados, áreas sin insumos o tecnología e infraestructura sin mantenimiento. Ahí, el directivo estafador sobrevive no por aportar soluciones o resolver problemas, sino porque se adapta a la lógica de la burocracia: justifica hábilmente inacciones, elabora oficios irrelevantes e intrascendentes y evita decisiones que impliquen asumir riesgos. La consecuencia de lo anterior es la pérdida en los sistemas sanitarios de su capacidad resolutiva, credibilidad ante los usuarios y la motivación del personal clínico.
Lo más grave es que estas figuras prosperan porque los inversionistas o autoridades no poseen los elementos técnicos o éticos para cuestionarlos. Son sumamente limitados y confunden ese “carisma” con liderazgo y la planeación con la “pirotecnia” administrativa. A pesar de una formación educativa sólida, capacidad económica potente o experiencia, estos dueños, consejos o autoridades sanitarias son seducidos y engañados por esos parlanchines expertos en “apagar fueguitos” y en lugar de escuchar a quienes están en contacto directo con los problemas, depositan toda su confianza en la narrativa que ofrece este tipo de directivo.
¿Existe un antídoto para esta figura de directivo estafador? En efecto sí y no es la persecución personal, sino el fortalecimiento de la gobernanza organizacional, estableciendo sistemas de evaluación basados en evidencia, exigiendo trazabilidad de las decisiones tomadas y el impacto de las mismas, fomentando la transparencia en la gestión y una promoción de cultura organizacional que privilegie el impacto real sobre el discurso.
Debe quedar claro: en el sector salud, donde las consecuencias de la simulación pueden traducirse en vidas perdidas, el liderazgo no solamente puede o debe ser persuasivo, debe ser útil, riguroso y valiente. Es tiempo.
Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor universitario y promotor de la donación voluntaria de sangre.
RAA
