Estudiar en el extranjero para aprender otro idioma significa una experiencia muy formativa para cualquier persona, y además representa una herramienta muy valiosa para abrirse paso en un mundo ya totalmente globalizado, pero definitivamente no es barato y requiere inversiones de recursos que, lamentablemente, no cualquier familia puede hacer.

Con el objeto de disminuir los costos que esto implica, muchos niños y jóvenes que buscan tener una experiencia de estudios en el extranjero lo hacen a través de intercambios con familias de otra nacionalidad que buscan enviar a sus hijos a nuestro país a aprender español, normalmente coordinados por algunos clubes de servicio, como el Rotario; otros jóvenes lo hacen a través de programas escolares en las universidades que también tienen convenios con instituciones fuera de México, o incluso algunos otros lo hacen llegando a casa de familiares que residen en otros países, como fue mi caso hace más de 45 años.

Solo muy pocas familias lo hacen a través de rentar una casa de grandes dimensiones en exclusivas zonas residenciales en otro país, mudando a todos sus integrantes y pagando altas rentas, manutención, colegios, viajes, etc.; pues esta forma de hacerlo requiere normalmente de una inversión muy importante de recursos sustentados en un patrimonio sólido, que regularmente está respaldado por una amplia experiencia empresarial o profesional reconocida y ejercida durante muchos años previos.

Obviamente nada ni nadie tiene su destino marcado, y es posible que alguna familia pueda pagar esta experiencia mediante ahorros de muchos recursos o incluso sustentado en negocios o empresas que aparecieron por decreto de un día para otro; todo es posible, pero no es común y sale de lo ordinario, lo que siempre llama la atención.

Ahora bien, algo que puede “facilitar” esta experiencia es que la familia pueda omitir el pago de la renta, que es muy costosa, o incluso otros gastos, que pudieran ser cubiertos por una tercera persona ajena pero interesada o agradecida; esto también es factible, pero muy, muy extraño, y, también, llama la atención. De hecho, en el ámbito privado nada de esto sería motivo de análisis o suspicacia, caso diferente cuando estos escenarios se dan al involucrar recursos públicos, pues el manejo de estos debe ser totalmente transparente y ajeno a conflictos de interés.

Algo similar sucede cuando, por amistad, una autoridad permite u ordena que se generen actos jurídicos con el objeto de beneficiar a un particular en detrimento del patrimonio público o, peor aún, perjudicando a sectores vulnerables de la población.

Si un gobernante utiliza su poder y atribuciones para que una parte de una escuelita pública estatal sea entregada al municipio para que éste, a su vez, la subaste y se adjudique a un particular que colinda con el predio y sea anexado al patrimonio privado, aprovechándose de la plusvalía que esta operación genera, aquí también existe un fuerte conflicto de interés, pues la amistad entre el gobernante y el particular es ampliamente reconocida y presumida.

Cuando el mismo gobernante, lejos de castigar a servidores públicos que fueron sancionados por instancias fiscalizadoras municipales por aplicar exenciones de impuestos ilegales, los premia otorgándoles puestos en la burocracia como recompensa a su lealtad y su silencio, ahí también hay indicios de la existencia de fuertes conflictos de interés, que casi siempre terminan siendo acciones ligadas a la corrupción.

La tragedia que vivimos en Guanajuato es mayúscula; todos coincidimos en que es necesario refrescar a nuestros gobernantes y cambiar de opción, pero cuando vemos la porquería que puede llegar, nos damos cuenta de que podríamos estar peor.

LALC

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