En este mes en que se celebra poder vivir con libertad de género, con la policromía del arcoíris humano que somos, surge una pregunta política: ¿por qué el PAN se resiste al cambio? Es una cuestión seria que llega hasta las mismas entrañas del partido.
En días recientes, diputados de Acción Nacional frenaron una vez más la iniciativa para formalizar los matrimonios entre personas del mismo sexo, algo que ha sido superado en todo el País. Uno de los grandes logros de los derechos humanos en este siglo ha sido reconocer a las personas como son y, lo más importante, otorgarles respeto, dignidad y libertad de ser ellos mismos. Sin temores, sin estigmas, sin discriminación. La moral evolucionó para bien.
Pero no solo en las costumbres y en la cultura de convivencia social, también en la ley. Ese avance, sin embargo, no lo quiere reconocer Acción Nacional. Lo más paradójico es que hay personas en la dirigencia del partido que gozan de esos avances, en contradicción de lo que se discute en el Congreso.
Si los líderes del blanquiazul gozan del respeto a sus derechos, a su irrenunciable forma de ser, por qué insisten en desquiciadas “terapias” cuando la ciencia no respalda esas barbaridades. La ideología de derecha no está peleada con el humanismo del siglo XXI. Todos cambiamos en la percepción y la aceptación de quienes nos rodean y son diferentes en su elección de vida. También las familias han cambiado.
Esto avanzó rápido. Recuerdo que el periódico The New York Times inició la publicación de bodas de personas del mismo sexo. Era algo extraordinario hace 20 o 30 años. Con buen juicio y respeto, los editores del periódico abrieron sus páginas a la diversidad. Hoy nadie se escandaliza, nadie lo critica.
En el avance tuvo mucho que ver la libertad religiosa de la que gozamos, aunque la Iglesia católica niega la posibilidad de la unión sacramental entre dos personas del mismo sexo. A quienes deciden su vida, poco les importa el canon religioso. Ni si viven en pecado, ni si sufren rechazo social.
Más pronto que tarde, el PAN tendrá que decidir lo que da por hecho en las votaciones internas: cualquier persona de grupos LGTBI puede participar en su lucha política. Si piensan que hay riesgos de perder electores, saben que solo queda una mínima parte de la población cerrada al avance de los derechos humanos.
Si los líderes tienen el valor de salir a defender sus libertades fundamentales, el tema será superado. La mayoría ha comprendido la histórica exclusión social de quienes no son heterosexuales. Una exclusión parecida a la esclavitud o a la ancestral discriminación de la mujer.
La resistencia incomprensible de una minoría no puede detener el avance social en los derechos humanos. Extrañamente, el PAN tiene un rostro en el Congreso y otro en su práctica política real.
En el caso del aborto, que ha sido más controvertido, la realidad de las decisiones de la Suprema Corte de Justicia, de despenalizarlo, prevalecerá en Guanajuato al tiempo. Nadie puede estar “a favor” del aborto, pero tampoco de encarcelar a una mujer con la desdicha de tener que suspender su embarazo.
Al PAN y a sus dirigentes les conviene abrir y apoyar la legalidad de los matrimonios de personas del mismo sexo. Si no lo hacen, la oposición puede hacer notar la incongruencia entre sus ideas y la realidad.
