Murió el Papa Francisco y dejó legados, -esos que deberíamos todos dejar en este mundo tan necesitado de ejemplos y de ánimos-. como su encíclica ‘Laudato sí’. El mes pasado fue el décimo aniversario de su publicación. El documento trata sobre el cuidado de nuestra “casa común”, la Tierra, y la relación de la ecología con la justicia social y la espiritualidad. Al igual que sus años como líder de la iglesia católica, su vida y sus discursos, la Encíclica incita e invita a que cuidemos el planeta. Los Papas al final, son esa conciencia para la humanidad, que está tan necesitada, pero tan alejada, de los principios que deberíamos tener como especie.

Su nombre, “Laudato si'”, proviene del Cántico de las Criaturas de San Francisco de Asís, y significa “Alabado seas” y aborda la importancia del cuidado del medio ambiente y la necesidad de una ecología integral, que incluya lo ambiental, lo social y lo humano. Con el aniversario, se realizaron eventos en todo el mundo, para reflexionar y actuar, para el cuidado de la “casa común”. El lema del aniversario que propuso el catolicismo fue: “Caminemos cantando. Que nuestras luchas y nuestra preocupación por este planeta no nos quiten el gozo de la esperanza”.

No es fácil esto. Muchos tenemos hijos y nietos y nos duele no dejar un mundo mejor que el que imaginamos. Necesitamos cambios radicales nacidos desde el interior del ser. El Papa Francisco con la Encíclica nos invitó a todos, –individuos, familias, gobierno, empresas, colectivos–, a una “conversión ecológica”, a asumir el desafío ante el cuidado del planeta. “¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo?” es una de las preguntas centrales de la Encíclica. La tierra es una hermana, con la que compartimos la existencia, y “es como una madre bella que nos recibe entre sus brazos”. El documento reconoce que nosotros mismos “somos tierra” y que nuestro cuerpo está formado por elementos del planeta, su aire nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura”.

Nos plantea una dimensión comunitaria y nos lleva a interrogarnos sobre el valor de la vida social: “¿Para qué pasamos por este mundo? ¿para qué venimos a esta vida? ¿para qué trabajamos y luchamos?”. “Debemos plantearnos estas preguntas”, dijo Francisco, quien reconoció que “se advierte una creciente sensibilidad con respecto al ambiente y al cuidado de la naturaleza, y crece una sincera y dolorosa preocupación por lo que está ocurriendo con nuestro planeta”. Planteó con firmeza la preocupación compartida sobre la degradación que sufre el medio ambiente, “una Tierra maltratada que clama, y cuyos gemidos se unen a los de todos los maltratados del mundo”.

Francisco nos llamó la atención sobre la íntima unión que existe entre la degradación ambiental y la degradación humana y que reconozcamos nuestra responsabilidad directa en esta degradación, pues nuestro modo de consumir, “afecta directamente a los más vulnerables, cuyos rostros no nos atrevemos ni a mirar. Necesitamos redescubrir el principio y sentido último de nuestro papel en la Creación: el amor de Dios, del que procede todo lo creado como un don para todos”. “Laudato sí” también toca la problemática del agua: “El acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal (…), privar a los pobres del acceso al agua, significa negarles el derecho a la vida”. Nos dice que la pérdida de biodiversidad es grave: “Cada año desaparecen miles de especies vegetales y animales que ya no podremos conocer, y tampoco podrán hacerlo nuestros hijos”.

Nos recuerda que “existe una auténtica deuda ecológica, sobre todo del Norte en relación con el Sur del mundo. Frente al cambio climático hay responsabilidades que son mayores en los países occidentales”. Así, planteó lo que ahora llamamos “la justicia climática”, que aborda el cambio climático desde una perspectiva ética y de derechos humanos, reconociendo que sus impactos no son equitativos y afectan de manera desproporcionada a las comunidades más vulnerables. Necesitamos construir una transición justa hacia un futuro sostenible, donde las responsabilidades y costos del cambio climático se distribuyan de manera equitativa. A 10 años de “Laudato sí”, tenemos esa deuda con nuestros hijos.

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