Todo investigador en algún momento de su carrera científica ha sido cuestionado sobre la utilidad del trabajo que realiza, se le pregunta: ¿Para qué sirve este trabajo? ¿A quién beneficia? Entre muchas otras preguntas semejantes.  Frecuentemente, o algunas veces, se concluye que el trabajo desarrollado es “ciencia tonta o inútil”.

En realidad, hay numerosos ejemplos que muestran que la llamada ciencia básica o “tonta” llega a tener muy importantes consecuencias prácticas.

Hace unos diez años en el parque zoológico de Virgina en Estados Unidos un estudiante doctoral trabajaba en la biomecánica de los calamares. ¿Por qué esta investigación tonta debe de ser pagada con el dinero de los impuestos y becas del gobierno? Se le preguntaba.

Sin embargo, se debe de subrayar que el encontrar aplicaciones no es el propósito de la ciencia básica, su propósito es ampliar nuestra comprensión del universo en su conjunto incluyendo calamares, galaxias y todo lo que se encuentre en el medio.

Por ejemplo, entender y explicar por qué brillan las luciérnagas se consideraba en 1950 ciencia tonta, algunos preguntaban ¿a quien puede importarle este asunto y qué utilidad puede tener?  Sin embargo, el Dr. Osamu Shimomura en Japón encontró que un par de enzimas moleculares son responsables de este brillo y este resultado sirvió como base para explicar por qué algunos peces también brillan.  

Esta molécula ahora se utiliza en operaciones complejas para evitar dañar las fibras nerviosas de los pacientes.  Esta aplicación era inimaginable cuando la investigación original se realizó. El Dr. Osamu Shimomura recibió por este trabajo el premio Nobel en 2008.

Otro ejemplo interesante son las soluciones que Paul Dirac encontró a su ecuación en 1928, una ecuación que sintetiza la mecánica cuántica con la teoría especial de la relatividad, el obtener soluciones para cargas negativas y positivas fue inicialmente una interesante curiosidad sin embargo posteriormente se encontró el antielectrón (electrón positivo) y una serie de antipartículas y por tanto de antimateria.  Recordemos que Carl Anderson descubrió el positrón en 1932 confirmando el trabajo teórico de Dirac abriendo la puerta a una variedad de aplicaciones.

Otro ejemplo lo encontramos en 1967 cuando el científico ruso Víctor Veselago propuso la idea teórica de que podrían existir materiales con permitividad negativa y permeabilidad negativa (V. G. Veselago, The Electrodynamics of substances with simultaneously negatives ? and µ”, Soviet Physics. USPEKHI 10, 509 (1968) ), por consecuencia, materiales con índice de refracción negativo.  

Esta idea quedó como curiosidad matemática durante 32 años.  Sin embargo, en 1999 se creó el primer dispositivo (llamado meta-material) con índice de refracción negativo (D. R. Smith, Willie J. Padilla, D. C. Vier, S. C. Nemat-Nasser, S. Schultz. Composite Medium with Simultaneously Negative Permeability and Permittivity, Physical Review Letters volume 84, number 18 1 MAY 2000.).

Esto abrió nuevas posibilidades y aplicaciones, entre ellas la invisibilidad óptica. 

 

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