Hay tantos lenguajes que no comprendo, más interpreto, como el murmullo de la paloma por la ventana entornada, que nos escuchó hablar por la mañana y participó en nuestra conversación a su manera. Que hermoso amaneció el día conmigo adentro, decía entrecerrando los ojos, le devolví una mirada cómplice y la escuché en su lengua seguir saludando.
En este mundo compartido hay tanto qué oír y observar, sería veleidoso creer que únicamente mi idioma existe y solo lo mío es importante, por eso, escucho las historias que se me cuentan de tan diversas maneras.
En la esquina tiraban el árbol, sin piedad ni pudicia lo desmembraban a la vista de todos, a un lado apilaban sus ramas gruesas que goteaban savia blanca. Por el ruido de las sierras no escucharon sus lamentos, mas se prendieron a mis oídos, como unos zarcillos de plata que resonaban, como un lamento continuo de reproches vacíos. No pude contestar tus reclamos porque yo tampoco comprendí que daño les ocasionabas si estabas cubierto de nidos.
Las cigarras se unieron a las protestas con ruido de plañideras que se extendió por el parque. Él, me dijo que, con su canto, estaban llamando a la lluvia, yo pienso de otra manera, creo que se conmiseraban, que estaban llenas de pena, que estaban llorando por ti.
Será que desde que muestro más interés por el mundo y sus lenguajes, me siento más incluida en el suyo. Observo con un razonamiento que va más allá de los sonidos, se extiende la empatía, nos unifica sin barreras y dejamos de estar divididos.
Sé que para muchos pudiera ser irracional y parecer un sinsentido, solo entiendo que, aunque no comprenda los múltiples lenguajes, los escucho y me envuelvo en ellos sin grandes interpretaciones, no llevando la voz cantante sino como un ciudadano del mundo, un habitante más de este planeta.
