Los maestros de la CNTE en paro cobran su salario aunque dejaron sin clases a más de un millón 200 mil niños. Los infantes de las zonas urbanas y rurales más atrasadas del país y sus familias, tienen que esperar a que los paristas quieran regresar a las aulas, aunque no tienen ningún incentivo para hacerlo porque, ni les dejan de pagar ni les van a quitar su plaza.
Cuando Morena inició la campaña de López Obrador en 2018, los maestros de la “Coordinadora” eran sus aliados. Tenían la fe puesta en el líder de izquierda que podría darles todo o casi todo lo que pedían. Aunque en el sexenio hubo algunas manifestaciones, en general tuvieron acuerdos con el Gobierno y se mantuvieron en relativa calma. Hoy es diferente.
La Presidenta Claudia Sheinbaum recibe las primeras “caladas” de ese gremio combativo. Piden aumento de salario del 100%; quieren que se eliminen las pensiones de la ley del 2007, legisladas en tiempos de Felipe Calderón; exigen lo imposible para el presupuesto. Ellos lo saben porque sus líderes saben hacer cuentas (eso creemos). La Presidenta los iba a recibir la semana pasada, pero eso no sirvió de mucho porque siguieron estropeando la vida cotidiana de la CDMX. Al parecer, habían prometido serenarse antes del encuentro. Como no lo hicieron, no los recibieron en Palacio y los enviaron con funcionarios de la SEP y Gobernación.
Su respuesta fue inmediata con el congestionamiento del Aeropuerto Benito Juárez, con el tapón en arterias principales y el desquiciamiento del tráfico y vuelos. Sabemos que la Presidenta tiene carácter y que difícilmente la podrán doblar con amenazas o manifestaciones violentas. La negociación para ellos es que el Gobierno se pliegue a sus peticiones, pero es inútil. Tantas veces la SEP ha cedido que en poco tiempo vendrían por más. Su lucha es política.
¿Qué pasaría si el Estado, representado por los tres poderes, decidiera cancelar plazas y dejara de pagar a quienes no cumplen con los niños de sus estados? Sería la solución nuclear de la nueva administración. Si la gran mayoría de los maestros de México, agremiados por el SNTE (Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación), cumple con su deber, ¿por qué tolerar que una minoría violenta ponga en jaque a la capital? Bien dice la Presidenta Sheinbaum que no puede limitar el derecho a manifestarse, pero tampoco tiene el deber de tolerar los constantes ataques a la vida de ciudadanos que quieren trabajar en paz y sin interrupciones.
Si endureciera el brazo el Gobierno con cancelaciones de plazas y de pago, la alternativa para los maestros sería la violencia. Para el Gobierno sería la aplicación de la ley con la probable detención de los líderes que llamen a la violencia. Incitación a la violencia, un delito tipificado. Si flexiona el músculo del Estado, la Presidenta ganaría mucho en el reconocimiento de la población en general. Los capitalinos están hartos de la CNTE. En Oaxaca, Michoacán y Chiapas están cansados de que sus niños no tengan escuela. Si, en cambio, las manifestaciones siguen lastimando a los habitantes de la CDMX, pensaremos que el poder de los maestros es mayor que el poder del Estado.
El país requiere que el gobierno enfoque su empeño en el crecimiento de la economía, en la eficiencia de los tres poderes y en el combate a la violencia. El Poder tiene que poder; si no, ¿para qué existe?
