Hace unos días estuvo de visita en Guanajuato Edmundo Jacobo, quien fuera secretario ejecutivo del INE y rector de la Universidad Metropolitana. Él estudió su carrera de Filosofía en la Universidad de Guanajuato y en esta etapa de su vida ha decidido tomar el reto de ayudar a la formación de un nuevo partido político en México.
Originado en el entorno de “la marea rosa” que apoyó a Xóchitl Gálvez, un puñado de personajes entre los cuales se encuentran Emilio Álvarez Icaza, Gustavo Madero, Cecilia Soto, Federico Reyes Heroles, Mariclaire Acosta y Macario Schettino entre otros, requieren realizar 200 asambleas distritales de por lo menos 300 ciudadanos no adscritos a ningún otro partido político, para cumplir con los requisitos de formación de una nueva organización partidaria. Hoy buscan respaldo en el estado de Guanajuato para llevar a feliz término el trámite.
El sistema de partidos mexicano está podrido porque se encuentra infestado de una clase política envilecida y traidora a los electores. En nuestro estado, pocas posibilidades se atisban de que el PAN pueda sobrevivir el golpe del populismo, apostando desde su club burocrático, a enfrentarse a Morena utilizando sus mismos métodos clientelares. Los ciudadanos conscientes y hartos de tantos engaños y falsas promesas, necesitan nuevas opciones.
Somos MX (Somos México) inicia su odisea política planteando dos condiciones fundamentales para el partido que se pretende crear:
La incompatibilidad entre la dirigencia y las candidaturas del partido. La estructura burocrática queda al margen de cualquier puesto de elección.
Que las candidaturas se definan en elecciones primarias abiertas a toda la ciudadanía.
Bajo estas premisas Somos MX pretende neutralizar parte de los problemas que sostienen a la partidocracia mediocre y desleal que nos desgobierna.
Sin embargo pensamos y sugerimos a los entusiastas promotores de Somos MX, que deben profundizar su ofrecimiento. La nueva organización política debe de sujetarse a un escrupuloso protocolo de transparencia y rendición de cuentas interno; así como a la no vinculación de la dirigencia y candidatos con empresas prestadoras de servicios a los partidos.
Las elecciones primarias deben de ser bien reguladas y sujetas a una condición sagrada: la libertad de voto. Esto significa la proscripción de dádivas y transporte para ir a sufragar. La condena a la compra de votos debe de ser una de las insignias publicitarias del nuevo jugador. Porque debemos estar de acuerdo, en que comenzar esta aventura acarreando ciudadanos, sería una pésima manera de comenzar a crear un nuevo partido.
Un lugar principal debe de ocupar la propuesta de combate en contra de la corrupción. Preocupa que casi todas las promesas de nuevas organizaciones rondan la batalla a la desigualdad y a la pobreza, prometiendo de todo para liquidarlas. Son distractores muy útiles para no comprometerse, como prioridad, a eliminar la corrupción de la política. Eso es lo que nos está matando.
Desigualdad y pobreza tienen su origen en la putrefacción que toleramos de nuestra clase política. Para construir buenos gobiernos locales, estatales y federal debemos contar, antes que nada, con organizaciones que tengan bajo control a la corrupción. Si no se hace, todos los esfuerzos se perderán. Otra cuestión, habría que agregar como dogma cívico, la prohibición a incorporar a la institución a personajes de mala fama pública. Esto, porque sería el camino a convertirse en uno más de los partidos tradicionales, como los que todos conocemos, colmado de malhechores.
Las personas que hasta ahora avalan al nuevo partido, resultan muy potables. La sed ciudadana por contar con un instituto sano que no se preste a pillerías está a la vista. Los guanajuatenses de bien debemos ayudarles, mientras mantengan un estricto control ético, a conformar la nueva organización; sería una nueva opción para votarla en las siguientes elecciones. ¡Urge!
