La nominación cardenalicia de un nuevo Papa de la Iglesia Católica da pie para compartir con mis lectores parte de un relato, producto de la historia oral, esa que se transmite de boca en boca, desde nuestros ancestros, en el seno de cada familia.
Robert Francis Prevost, quien asume con el nombre de León XIV al papado, resulta un personaje interesantísimo desde el punto de vista político, para la nueva y convulsa realidad mundial. Llama de inmediato la atención que haya tomado como referencia para su título a León XIII, autor de un documento muy trascendente en su tiempo, la encíclica “Rerum Novarum (De las cosas nuevas)”. Fue un personaje renovador, que debió adaptarse a nuevos tiempos.
Su antecesor, Pio IX, combatió a los liberales, excomulgó a los reformistas mexicanos empezando por Juárez, y expidió el “Syllabus Errorum”, un compendio de ochenta cuestiones condenables para los católicos. Ahí anatemizó el panteísmo, el laicismo, el comunismo, el socialismo y el liberalismo. Fue un reinado beligerante, en un mundo que cambiaba aceleradamente.
Su sucesor León XIII, debió llevar a cabo una transformación del papado muy profunda. Comenzó a tender puentes y restañar heridas. Instó a su multitudinaria congregación a pensar en los cambios que sufría la sociedad al estrenar el siglo XX. Las nuevas etapas de la revolución industrial, especialmente las condiciones de los trabajadores, fueron motivo de su famosa encíclica que produjo cambios políticos y legislativos en diversos entornos mundiales. La nueva política planteada proponía una relación innovadora entre capitalistas (empresarios) y trabajadores.
México había estado en guerras durante todo el siglo XIX, por la necesidad de construcción de un gobierno moderno y una sociedad tolerante bajo la libertad de pensamiento. Se requería de un espacio propicio para pensar, y este fue, a nivel local el Colegio de Santa María de Valenciana, patrocinado por el emérito polímata (sabio en diversas disciplinas), Don Ignacio Montes de Oca. Desde allí se promovió la libertad de cátedra. Posteriormente, a instancias de Montes de Oca se incorporó, viniendo de la Iglesia, al Colegio del Estado, de signo totalmente liberal. Curiosa mixtura.
A José Natividad Macías, educado inicialmente en el Seminario de León y luego estudiante de Derecho en Valenciana, le tocó vivir esta extraña trasmutación al pasar al Colegio del Estado. Su conocimiento del latín, puso en sus manos toda la rica biblioteca del Colegio hasta titularse como abogado y obtener diversos cargos académicos en la institución.
Pronto José Natividad se convirtió en un famoso litigante a nivel regional al llevar asuntos importantes como el relativo a la familia Urquiza, de Querétaro para proteger la dotación de agua de su magnífica hacienda de Mayorazgo. Posteriormente se mudó a la Ciudad de México para tomar un sinnúmero de negocios nacionales e internacionales.
En el crepúsculo del Porfirismo fue diputado de la XXIV Legislatura y compañero de Venustiano Carranza, con quién colaboró, convirtiéndose en su asesor jurídico más cercano. Fue el cuarto rector de la Universidad Nacional de México y un importante diputado constituyente. Meses antes había sido enviado a Estados Unidos, junto con Félix Palavicini a explorar la legislación laboral en los estados del este americano. Colaboró de manera importante en el diseño del artículo 123 de la nueva Constitución.
Durante los trabajos del Congreso en Querétaro, Macías se hospedaba en casa de su amigo Don Manuel Urquiza, en donde se celebraban largas cenas en las que se discutían los temas tratados en el constituyente queretano. Allí se comentaba lo importante de regular la materia laboral ante la industrialización que se veía venir. Las largas discusiones entre Urquiza y Macías se centraban en la encíclica Rerum Novarum y la manera de adaptarla a la nueva legislación mexicana. Era un intenso diálogo entre un católico duro y un abogado, de formación inicial en los claustros clericales, pero modificado por su paso en el Colegio del Estado, hasta convertirse en libre pensador. Mi abuelo fue testigo de esas reuniones y las compartía con la familia emocionado. Acompañó a su padre, José Natividad, durante todos los trabajos del constituyente.
Como resumen podemos compendiar que el texto de la encíclica papal estuvo presente en la conformación de la nueva Constitución. Se introdujo el reconocimiento de los derechos de los trabajadores, como la remuneración justa, condiciones de seguridad y el respeto a la libre asociación para sindicalizarse. Como guanajuatenses deberíamos de unir la inspiración de una reflexión papal válida, a la necesidad de construcción de un sindicalismo libre, comprometido con el trabajador y no sujeto a las prácticas corruptas de líderes charros, que siguen operando en pleno siglo XXI. Ya es hora de cambiar ¿no creen?
