Uno de los conceptos que se enseña en un curso de modelación de sistemas ambientales es “la capacidad de aguante” de un ecosistema, que es la “capacidad de carga” y que se refiere a la cantidad máxima de población que puede sostener indefinidamente un ambiente específico, tomando en cuenta la disponibilidad de sus recursos; es el punto en el que la tasa de crecimiento poblacional se reduce a cero, debido a la competencia por recursos limitados. Este concepto tan básico es uno de los que aplico en el libro “Los 17 ODS en León: capacidad de aguante del ecosistema”, y que publicaré con participación de la Senadora “Kikis” Magaña.
El libro es una actualización de “León Verde”, publicado hace 10 años por la Presidencia Municipal de León y el Partido Verde, y que describe los ciclos de agua, nutrientes y energía del Valle de Señora (el Valle de León) y cómo, al comparar las tasas de crecimiento poblacional (saldo de migración e inmigración más nacimientos) con la disponibilidad de agua, planteaba el escenario 2027-2030 como el más crítico para el agotamiento del agua del subsuelo de persistir las sequías. La cuestión que planteaba allí era que solo teníamos como alternativa de corto plazo al Zapotillo, pero que era una alternativa cara y ecológicamente mala. Es decir, el modelo del ecosistema siempre tenía como restricción, para medir la “capacidad de carga”, al agua.
En diez años pasaron muchas cosas. La industria automotriz tuvo su auge y el crecimiento de la ciudad se mantuvo en tasas anuales de 1.5%, que en la práctica nos llevaba, por nuevas empresas, matrícula universitaria, nacimientos de leoneses, a demandar extracciones de agua con tasas de 2 a 2.5% por las sequías (desbalance de la cuenca). Y para medir éstas, se incluían variables como la deforestación en la sierra, la humedad relativa, la tasa de arborización y mortandad de árboles en la ciudad por estrés hídrico. Todo esto llevaba a concluir que deberíamos incrementar la velocidad de captación de lluvia, de infiltración y de reciclamiento del agua, para evitar llegar al “crecimiento cero”.
De los tres escenarios planteados hace 10 años estamos, en mi opinión, en la condición “pesimista”, en donde seguimos concentrando urbanizaciones, desarrollos, centros comerciales, corporativos, en la zona norte, donde se han creado enormes “cuellos de botella” en la vialidad, pero también, el uso de las aguas superficiales que escurrían hacia la Presa del Palote, hasta secarla. Por eso, los modelos hidrológicos reflejan lo que ahora constatamos en los espejos de agua que los abuelos contaban y en las fotografías del lago que fue el Parque Hidalgo en la primera mitad del siglo XX.
El desarrollo inmobiliario no se puede detener; la creación de empleos tampoco, es cierto. Pero el ecosistema leonés ha llegado a sus límites, pues deberemos importar agua desde la Presa Solís en el sur del estado e incrementar la velocidad del reciclamiento del agua, para disminuir los consumos de agua potable, cuando las reservas de agua dulce tienen abatimientos en el sur de la ciudad hacia los niveles de 150 a 200 metros. La madre naturaleza fue muy generosa con nosotros, pero también nos da señales claras de la “capacidad de aguante” del ecosistema.
Sapal no ha tenido voces académicas ni del pueblo en sus Consejos y esto, le ha impregnado de una visión de las élites que parcializa la manera de decidir y democratizar las decisiones sobre el recurso que más requerimos, que es el agua. La sequía es inexorable, es la pura realidad. Solo que nos convirtiéramos en una gran cultura del reciclamiento del agua, podríamos prolongar la vida del acuífero. Tenemos sed y la maravillosa fuente de la vida se agota. Por eso, la importancia de que realmente participáramos activamente en los proyectos de reforestación ciudadana para crear microclimas y tener respiros de mejor humedad relativa en los meses de sequía.
Las lluvias llegarán, pero en cantidades menores que las que vieron los abuelos. No podemos los seres humanos cambiar los ciclos de la naturaleza, por más empeñosos que seamos. El agua es el resultado de un proceso y solo se logra en la maravilla de generar biomasa desde aquí, desde las partes altas de la Sierra de Lobos. Desde aquí, donde aprendí lo que me decía Jorge Arena Torres Landa: “La Sierra de Lobos es el verdadero tinaco de León. Sembramos para nuestros nietos”.
